Capítulo 28:

27 4 0
                                    


Dorian llego al departamento al alba, con el sol en el cielo, reinante y poderoso. Imagino encontrar a Daphne durmiendo, lo deseaba, el necesitaba que las cosas fueran de ese modo para simplificar su dolor un poco mas. Porque si la veía, si miraba sus ojos, Dorian sabia a la perfeccion que no podría hacerlo.

Pero Daphne no estaba durmiendo. Con los ojos abiertos y las piernas recogidas sobre si misma, ella lo esperaba en el sillon de la sala, cubierta por una manta.

El millonario trago duro al observarla, sintiendo el mas ardiente deseo de poder congelar el tiempo ahí, en ese instante. Porque el sabia, comprendía muy bien, que lo que iba a ocurrir en un instante lo mataria.

—Dorian... ¿estas bien? ¿Dónde estuviste tanto tiempo?—pregunto ella con notable preocupación en su voz y su mirada.

>>En el infierno, amor mio<< deseo decir el millonario.

Sin embargo, Dorian paso junto a ella, con mirada seria y fatalista.

—Mis asuntos no son de tu incunvencia— respondio el, ingresando al cuarto, mientras tomaba una maleta.

Daphne se puso de pie a gran velocidad, intentando seguirle el paso.

—Estaba preocupada, estuviste toda la noche a fuera... es de mi incunvencia, Dorian—hablo la bella mujer con tono afilado, mientras intentaba observar por encima del hombro del millonario lo que este hacia.

Dorian abrió el vestidor y comenzó a tomar la ropa de Daphne, guardándola a gran velocidad en la maleta. El pecho de la bella dama se apreto con fuerza en un puño, mientras comprendía lentamente lo que no deseaba entender.

—No, ya no es mas de tu incunvencia, Daphne. Lo nuestro se termino—el tono del millonario fue determinante, mientras finalizaba de empacar la ropa de ella.

—¿Qué dijiste?—susurro Daphne con un hilo de voz roto.

De espaldas a ella, Dorian bajo la maleta al suelo, y sin voltear a verla a la cara hablo.

—Se termino, lo nuestro, esta tonteria ya esta concluida—respondio el con firmeza—. Fue divertido mientras duro, pero es hora de que regreses al lugar donde perteneces.

—A ti, Dorian... yo pertenezco a ti—suplico ella con lagrimas derramándose por sus mejillas. Ante el silencio cepulcral del millonario, ella agrego—. Una diversión... ¿fui solo eso para ti?

—Si—dijo de manera fría Dorian, sintiendo como su propio corazón se rompia en miles de pequeños pedacitos—. Ahora, vete de mi casa, la agencia te recogerá en la entrada dentro de diez minutos.

—Entonces tenemos tiempo, hay tiempo para hablar... si quieres que me marche lo voy a hacer, pero déjame despedirme—pidió Daphne.

—Sin despedidas, Daphne—las palabras de Dorian fueron asperas, debido al nudo que oprimia su propia garganta. Segguia de espaldas, incapaz de ver a los ojos a la mujer que amaba... la misma a la que le estaba rompiendo el corazón—. Vete de una vez.

Durante algunos segundos, la bella chica permaneció en silencio, observando la espalda del millonario. La misma que habia brazado incontable cantidad de veces, la misma que ahora no volvería a ver nunca mas.

—Esta bien, Dorian, me ire—sus palabras ahogadas, totalmente amortiguadas y dolorosas.

Sin mirarlo a la cara, ella tomo la maleta y salió del cuarto. Desde el umbral de la puerta simplemente se detuvo para decir unas ultimas palabras a el... el hombre al que habia amado y siempre amaría.

>—Te amo, Dorian—dijo finalmente Daphne antes de abandonar el lugar.

Solo cuando el millonario escucho la puerta principal cerrarse y sintió el vacio instaurarse en su vida, el se permitio caer de rodillas y comenzar a llorar con gran desesperación. Su único consuelo, era saber que al menos, de esa forma, Daphne seguiría viva y no sufriría.

O al menos eso creyó.

o o o o o o o

Daphne:

El dolor se habia clavado en su corazón. Otras veces la habían lastimado, le habían roto el corazón, pero jamás de un modo como lo habia hecho Dorian.

Lo amaba, ella amaba al millonario como jamás habia amado a nadie mas, y por eso ese dolor tan sulfurante se sentía diferente. Tan brutal y cruel.

Sus ojos llenos de lagrimas no le permitían ver completamente las figuras a su alrededor, sin embargo, logro distinguir a la perfeccion el auto de la agencia. El mismo que empleaban siempre para recoger su mercancía, porque eso es lo que ella era, un objeto material.

Con el cuerpo tembloroso y sin el mas mínimo animo de ocultar su tristeza, Daphne se deslizo en el asiento trasero y cerro la puerta. La misma que al instante se trabo, algo que era común y a lo que ella se habia llegado a acostumbrar.

Pero lo que no era común fue la voz que escucho:

—Espero que hayas llorado mas por mi, cariño—dijo Enzo desde el asiento del conductor, con una sonrisa radiante surcando sus labios—. Hola, Daphne, tanto tiempo sin vernos.

Besos de Medianoche 3: GravedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora