Capítulo 6:

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Hacía frío, estaba claro que el invierno avanzaba cada vez más sobre la ciudad; con algo de suerte, en algunas semanas todo estaría pintado de blanco.

Quizás aquello serviría para distender un poco la tristeza de sus corazones, en especial el de Dorian, quien parecía fingir ser fuerte, pero por dentro estaba destruido.

Daphne se envolvió a sí misma en un abrazo, mientras intentaba darse algo de calor a si misma.

Le habían dado el alta hacía alrededor de una hora atrás, aquello había tomado por sorpresa a la mujer quien creía que estaría allí por muchas semanas más.

Dorian le había ocultado aquello para no decepcionarla si los médicos daban marcha atrás sobre aquella idea; sin embargo, aquello sólo logró hacerla pensar sobre los secretos que el millonario podría guardarle.

La hermosa mujer de mirada nocturna, comenzó a caminar por la entrada del hospital, para así evitar congelar sus huesos mientras esperaba que Dorian llegará con el auto de donde sea que lo hubiera aparcado.

Se suponía que ella lo esperaría dentro, pero el peculiar aroma a hospital ya le resultaba insoportable, al punto de generarle náuseas.

—¿Quiere una flor, bella dama?—preguntó un hombre mayor, caminando a su lado, preparándose para ingresar al hospital.

Daphne lo observó durante algunos segundos, notando su rostro curtido por los años y el trabajo, mientras sus manos sostenían con firmeza una canasta de mimbre llena de flores de todos colores.

—Lo lamento, pero no tengo dinero conmigo, me acaban de dar el alta—dijo ella con una sonrisa amable, observando el rostro bondadoso del hombre.

—¿Qué te ocurrió, niña?—preguntó el señor de las flores algo sorprendido.

Ella separó levemente los labios, preparada para decir lo que le había ocurrido.

Sin embargo, las palabras nunca salieron, al menos no las que le gustaría decir en voz alta.

—Tuve un accidente—soltó Daphne con un hilo de voz, sintiendo que las emociones se anudaban en su estómago—. Pero ya estoy mejor.

El hombre hizo una mueca, mientras colocaba una mano amplia sobre el hombro de la hermosa mujer de mirada nocturna.

—Debes ser fuerte para lo que vendrá, niña—comenzó a decir el extraño con una cálida sonrisa surcando sus labios—. Lo difícil de los accidentes, es la recuperación posterior.

»—Tienes mucho que sanar, niña, lo puedo ver en tus ojos. Por eso, debes ser fuerte.

Daphne no se dió cuenta que estaba llorando, hasta que una lágrima salada mojo sus labios, obligandola a limpiarse el rostro.

—Gracias—susurro Daphne tomando la mano del anciano y apretandola con gentileza.

—Gracias a ti, niña—respondió el hombre devolviéndole el apretón—. Que tengas un lindo día.

El anciano se dió la vuelta y se deslizó al interior del hospital; para ese momento, Daphne había vuelto la vista al frente, para que el extraño no la viera llorar de manera desconsolada.

Sin embargo, por el rabillo del ojo, algo llamó la atención, deteniendo su corazón de forma instantánea mientras giraba su cabeza siguiéndolo.

Enzo.

Ella podría haber jurado ver a Enzo salir del hospital y dirigirse hacia la pared lateral, con su característico e inconfundible cabello castaño y esa preciosa mirada color avellana clavada en ella.

Besos de Medianoche 3: GravedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora