Pancho

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Cuando regresé a casa después de nuestra salida nocturna, me encontré a Rocio sentada en el salón con la luz y la televisión apagadas. Tenia la cara muy seria, sabia que estaba muy enfadada aunque sinceramente no encontraba los motivos. Nos saludamos con un simple hola y me pidió que me sentara en el sillón, que teníamos que hablar. Yo ya me intuía por donde iba a ir la conversación, y es que hace unos meses que nuestra relación se está enfriando, en la cama no hacemos otra cosa a parte de dormir, nos pasamos los días discutiendo, a veces discutimos por mi tía, otras veces porque ella se ha juntado con gente del pueblo que a mi no me hacen nada de gracia, esos que ahora ella considera sus amigos, por eso yo ya no voy a ningún sitio con ella y menos si esa gente también va a estar allí. Por lo tanto, ahora que ha llegado la pandilla y yo hago mis planes con ellos, es ella la que quiere reprocharme cosas. Le he dicho en varias ocasiones que venga una tarde con nosotros a Cala Chica, pero ella prefiere estar con sus amigos, no entiende que después de tantos años sin ver a la pandilla yo quiera pasar el mayor tiempo posible con ellos, ya que dentro de unos meses ellos ya no estarán aquí.

Así que hice lo que ella me había pedido y me senté en el sillón que había colocado al lado del sofá y ella empezó a decir:

-¿Qué tal te ha ido el día? ¿Cómo te lo has pasado?

-Bien. – le contesté - ¿Y el tuyo?

-Bien también. – cogió aire y continuó – Pancho, esto no esta bien, nosotros no estamos bien.

-No, - le di la razón – hace meses que no estamos bien.

-Es que si ninguno de los dos da su brazo a torcer y hace algo con esta situación no vamos a arreglarlo nunca. Sabemos que estamos mal pero ninguno hace nada para remediarlo; tu no sales con mis amigos y a mi no me apetece estar con los tuyos, entre tu trabajo, tu tía, Julia y ahora tus amigos, no tenemos tiempo para nosotros.

-Ya, - le contesté – pero te recuerdo que antes de que llegara Julia y la pandilla al pueblo, tampoco te dejabas ver tu mucho por aquí, que pasa que estabas acostumbrada a que cuando llegaras a casa yo era el que te estaba esperando siempre, y, ahora como ves que yo también hago mi vida sin ti, te molesta.

-No sigas por ahí, Pancho, que acabaremos mal, y sabes que si nos separamos te quedas mas tirado que un perro. – eso ultimo me lo dijo con una sonrisita maliciosa que me saco de mis casillas.

-No me amenaces, Rocio, y no me hagas hablar. – siseé lleno de rabia.

-¡Habla! – me gritó - ¿Qué tienes que decir de mi? ¡Escarpelo!

-Si, mira si quieres te puedo decir lo que me he estado callando todo este tiempo, te puedo decir lo mucho que te gusta salir de fiesta, beber como si no hubiese un mañana, hasta perder el control y luego no saber que es lo que has hecho.

-¡Eres un cabrón! – me soltó – no insinúes cosas que no sabes y además no son así, no he estado con nadie mas desde que estamos juntos.

-¡Eso me faltaría! – la interrumpí.

-Llevo cuidando de tu tía desde que estamos juntos.

-Y te lo agradeceré siempre, - le volví a interrumpir – nadie te ha obligado a hacerlo y siempre has estado ahí ayudándome en ese tema.

-Sí, después llegó Julia y tuve que aguantar que te fueras con ella día si, día también. No te veía en todo el día.

-Perdón, ¿Qué tuviste que aguantar, que? – volví a interrumpirle – mira, entiende que hace muchos años que no la veía, además que tu que vas aguantar, ¿quieres que te diga lo que he aguantado yo, Rocio?¿te lo digo? Mira sí, te lo voy a decir: Aguanté que tu padre no me viera con buenos ojos para su niñita, la hija de Don Floro, el gran jefe de policía de Nerja, y Pancho, el chico de la lechería ¡que disgusto!, aguanté desprecios por parte de tu familia, aguanté que salieras con tus amigos llegaras a casa borracha como una cuba y encima vomitaras en nuestra cama, aguante las habladurías del pueblo; que si te han visto con uno y con otro¿sigo Rocio?

-No, no sigas – dijo ella . Pancho, no estamos bien.

-No, definitivamente no lo estamos.

-Yo creo que lo mejor es que nos separemos.

-Si, llegados a este punto creo que va a ser lo mejor. Voy a recoger mis cosas. Pero antes déjame decirte algo: Quiero que sepas que yo te he querido y que a pesar de todo yo quería casarme contigo porque te quería por encima de todo.

-Pancho, yo ya no estoy enamorada de ti.

Me quedé helado fue como si me echaran un cubo de agua fría por encima, hasta ese momento yo pensaba que esto era una mala racha y que con el tiempo se solucionaría, pero no. Yo la quería, claro que la quería, uno no deja de querer a alguien de la noche a la mañana, aunque siempre he tenido que vivir con el recuerdo de Beatriz en la cabeza, yo me enamoré de Rocio, pero ahora que ella me había dicho eso, se me heló el corazón.

-Eso lo cambia todo, Rocio – le dije con la cabeza bien alta.

-Ademas – siguió diciendo ella sin levantar la vista del suelo – he conocido a alguien, solo quería que lo supieras por mi.

-Gracias por el detalle. Ahora voy a recoger mis cosas y me iré.

-¿A dónde vas a ir? – me preguntó aparentemente preocupada.

-Eso es algo que a ti ya no te importa.

Me fui de allí, y llegué a casa de mi tía, mi casa y mi habitación me esperaban, como si no hubiese pasado el tiempo.

Verano azul, ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora