He leído tantas introducciones de mi vida,
no he tropezado con una que pueda llamar mi atención a relacionarme con ella.Ante todo, la indescifrable decisión de quererme y encontrar una justa serenidad.
Me abandoné por mucho tiempo y no ordené mis necesidades, algo decisivo, mucho menos mis prioridades.
Esas introducciones trataban de la capacidad de vivir en mi imaginación, sin embargo dentro del corazón (y no hablo de mi órgano vital y justamente necesario para existir...si no, a aquello que se califica como tal), habían sólo conclusiones que no he comprendido de la realidad.
Habían tantas cosas que di por alto, y otras que elegía por bajo, pero que de una u otra manera de expresarse se encontraban por encima de cualquier altibajo que sentía a diario. Me odié muchas noches intentando escribir una introducción mejor, pero hubo mañanas en que amaba lo que hacía.
Aprendía con cada palabra que meditaba pero al mismo tiempo me forzaba a pensar que nunca sería el mejor aprendizaje que podía y quería recolectar para mi.
Yo...
De forma sencilla y con lo fácil que sólo se me hacía concluir...No quería deletrear aquellas advertencias que me hacían mis introducciones.
La vida estaba tan comúnmente echa que era fácil convertirse en un ser andante y corriente de vez en cuando, y siempre era de las típicas personas que evadian ese estilo de andar.
Y entonces, sin intención alguna me desviaba al mundo real...
Donde no podía manejarme, tampoco arruinarme, y con menos probabilidad sentir.
Mis respuestas no existían porque nunca me tomaba el tiempo o el descanso de hacerme una pregunta diaria por hora, o por dos, o por el tiempo que requería responder eso que tanto se preguntaban de mi.
Yo era una típica persona, y lo sabía...
Pero me forzaba por no serlo e incluso, lograste que en unos aproximados segundos y en esas exactas dos veces que se juntaron nuestros labios pudiese leer sin cifras, and with ease, que lo único corriente en mi introducción...
Era yo.
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¿Y nuestro arcoiris después de la lluvia?
De TodoIampj, a mis dieciséis aprendí el valor de mis letras. El significado de que cada paso, por mínimo que sea, es extraordinario.