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Todo transcurrió con normalidad al día siguiente. Chica y Ballora se mantenían juntas para prevenir actos inoportunos de clientes que quisieran sobrepasarse con ellas. Estaban encima de Foxy, aprovechando que este había optado por ponerse un traje que le daba un aspecto más imponente y discreto.

—¿Pueden alejarse un poco de mí? — preguntó inquieto, tratando de acomodar una bandeja con postres hechos por Chica en una de las mesas.

—¡Perdónanos, Foxy, contigo nos sentimos seguras! — decía mientras le abrazaba por la cintura.

—¿Y por qué no se van con ese? — señaló a Freddy con la boca, el cual estaba sentado en una mesa, para variar, comiendo.

—Nos pueden matar y ni se dará cuenta por estar tragando — comentó malhumorada. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver lo que estaba comiendo —. ¡Oye, eso es para los niños!

—Era — respondió Freddy, sin levantar la mirada y manteniéndose totalmente indiferente.

Chica chilló indignada, soltando a Foxy y yendo hacia Freddy para quitarle la comida. Ballora aprovechó para también soltar a Foxy, estando apenada por habérsele pegado tanto. Se disculpó con una voz suave, bajando la cabeza. Foxy le tomó de los hombros, diciéndole que no había problema; que su compañía resultaba de las más agradables y cómodas.

La puerta de la cocina fue abierta, dejando ver la figura de Baby, quien observó a todos con el entrecejo fruncido. Los Funtime callaron, esperando lo que fuera a decir o a hacer, con cierto miedo en el cuerpo por su expresión seria y molesta.

—¿Qué están haciendo? ¿Por qué no están allá afuera atendiendo a los clientes? — observó a Freddy estando con la boca llena de comida. Puso en blanco los ojos como acto de mostrar su enfado —. ¿Sabes hacer algo más que no sea tragar?

Ofendido por lo que escuchó, Freddy bajó la cabeza y las orejas, terminando de tragar lo que tenía en la boca con cierto pesar.

—Vayan a trabajar. Hoy no tengo tanta paciencia para aguantarlos — ordenó, saliendo de la habitación y dejándolos a todos con una agria sensación.

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Baby estaba más molesta de lo usual, y verdaderamente ni ella sabía el por qué; sólo se sentía más sensible ante los actos de los demás, lo que la hace demostrar su desagrado con malos tratos.

Estaba en su cuarto, con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared; manteniendo los ojos cerrados y aprovechando la paz que otorgaba la noche.

Se quitó las cintas que ataban las dos coletas de su cabello, dejándolo caer; estando totalmente enredado y revoltoso. Suspiró, como su único acto para tratar de sentirse menos estresada; cosa que no le sirvió de mucho. Escuchó por encima de su cabeza unos movimientos en los conductos de ventilación. Frunció el entrecejo, sabiendo perfectamente de quién se trataba.

—Hey, bebé — llamó, bajando a través de la rejilla de ventilación —, ¿por qué tanto estrés?

Baby abrió los ojos, con una mirada tan seria que llegó a cohibir al de cabello blanco.

—Largo de aquí — dijo, y en su frente se le marcaron unas venas —. Me fastidias.

—Vengo en paz — le mostró las manos, como tratando de dar a entender que no tenía malas intenciones —. Me tenías preocupado, te estuve viendo, y noté que estabas más enojada de lo normal — se le acercó lo suficiente como para lograr incomodarla —. Sé que me extrañaste, no te culpo, ¿quién no lo hace?

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