3. "Los caminantes"

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Allí estaba el extraño hombre, mirándolo fijamente sin decir palabras, como si lo evaluara. Él tampoco podía mover un músculo, habían ocurrido tantas cosas en solo par de horas... y toda la situación era tan bizarra, que simplemente no encontraba la manera de reaccionar ante los sucesos "mágicos" que había presenciado. Se quedó sentado en el suelo de la cueva, hipnotizado por aquellos orbes azules y profundos. Él pareció escuchar algo y giró la cabeza hacia la oscuridad del corredor que habían atravesado hacía unos instantes.

—Entra...— dijo. Su voz varonil un poco ronca pero aterciopelada, de una manera que seducía.

Sasuke volteó en esa dirección por puro reflejo y vió a una mujer de cabello negro y muy largo. Sería la envidia de todas las chicas de Whitney, sin duda alguna. También era muy hermosa y voluptuosa, unos ojos grises resaltaban en su rostro ovalado y delicado. Llevaba una especie de vestido de algodón en color rojo brillante y ceñido a la cintura estrecha por una cuerda trenzada, en sus bajos varios bordados de arabescos y motivos naturales. Sostenía un cuenco grande de agua y algunos retazos blancos.

Hizo una inclinación de cabeza hacia el muchacho y luego lo miró de reojo por un segundo, pero sin ningún comentario. El rubio estiró la pierna herida y la mujer, en total silencio, comenzó a limpiar la sangre.

—¿Cómo está él...?— preguntó. Ella negó con la cabeza, lo que le provocó un suspiro.

La muchacha terminó su tarea y luego, bajo la vista "ya casi resignada a ver sucesos increíblemente", de Sasuke, juntó las manos y el mismo brillo dorado apareció en sus palmas, las que colocó sobre la herida y los cortes en el tobillo comenzaron a cerrarse casi del todo. Luego cubrió el resto con una venda y se retiró un poco.

—Lamento no poder hacer más— habló.

—Así está bien— contestó el muchacho —Que todos se preparen para la comida, iré en un rato.

—Sí, Alfa— ella se giró, pero justo antes de irse, volvió a mirar a Sasuke que permanecía en la misma posición y le sonrió ligeramente.

De nuevo solos en aquella habitación de piedra, la tensión comenzó a hacerse palpable.

—¿Me temes?— preguntó el joven. Él negó enfáticamente con la cabeza. Lo hacía, pero nunca iba a admitirlo de manera abierta—¿Cómo te llamas?

—... Sasuke— terminó respondiendo —¿Tú, qué eres? ¿Qué son...?— inquirió, refiriéndose a la mujer que acababa de irse.

El rubio no respondió, se puso de pie y casi sin cojear, avanzó hasta él y se agachó. Cerca, muy cerca. Estiró la mano y retiró la capucha de su cabeza, luego tomó uno de los mechones oscuros de su flequillo y se lo llevó a la nariz.

—Apestas— dijo escueto.

—¡¿Qué...?! ¿A... apesto?— preguntó ofendido y poniéndose de pie, se alejó —¡Pues tú... precisamente no hueles a flo...!— su boca se cerró de repente cuando él cubrió la distancia que los separaba con dos zancadas.

Además de extraño y hermoso... muy alto. Apenas le llegaba al pecho.

—No me entiendes, apestas a ciudad, no puedo sentir bien tu aroma— explicó —Ahora dime, ¿puedes olerme?— Sasuke tragó en seco. Sí, podía olerlo con claridad. Era como llovizna en un día soleado, como brisa fresca y madera húmeda. Raro y adictivo. Sus mejillas se sonrojaron y el hombre, al verlo, pareció satisfecho —Sígueme— ordenó y se adentró en otro túnel del que no se había percatado.

Otra vez las mismas runas y dibujos, luego el espacio se ensanchó y un sonido de borboteo hizo ecos en las paredes de piedra. En el techo de aquella caverna aparecieron luces, miles, similares a estrellas y del mismo color que los dibujos. Bajo éstas un manantial que reflejaba el techo como un espejo.

LOBO REY (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora