9. "Destinados"

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Naruto deslizó la mano desde su cuello hasta la cintura y la rodeó. Con la otra sostuvo fuerte una de sus piernas mientras sus labios seguían en contacto. Lo forzó a abrir su boca con la lengua y luego el beso se hizo más carnal y desesperado.

¿Por qué sentía que podía morir en sus brazos y no le importaría?

Escuchó un gruñido proveniente de su garganta y cuando se removió nervioso, sintió algo duro debajo de sus caderas y deshizo beso, se bajó del Alfa y se puso de pie. Naruto primero resopló y dejó caer la cabeza en el suelo con frustración, luego se paró con agilidad y lo encaró.

—¿Por qué no vienes?— su voz era severa. Sasuke retorció sus dedos con ansiedad.

—Mi padre descubrió mis escapadas. Me encerró en casa, no me permite salir— él se pasó la mano por el cabello, descubriendo su frente de mechones rubios —Naruto, no puedes seguir acercándote a la ciudad, te atraparán...

—¡¿Y qué se supone que haga?! ¡Me estoy volviendo loco, Sasuke! Te necesito— sus palabras lo hicieron enrojecer.

—Yo... no entiendo por qué duele tanto estar separados. También lo siento, es una tortura no venir. Pero comprende.

—Duele porque tú eres mío, te lo dije, me perteneces. Eres mi Omega— se acercó y pegó su frente a la de él —Estamos destinados, desde la primera vez que te ví lo supe. Mi instinto te escogió como mi compañero.

—¿Eso es... verdad?— preguntó, alejándose un poco y colocando las manos en su pecho.

—Ninguno de los dos seremos felices hasta que no estemos juntos. Así que no te vuelvas a alejar.

—No puedo quedarme, tengo a mi padre, soy su única familia. Está viejo y... Lo lamento... yo no sé que hacer— comenzó a llorar, liberando la tensión que había mantenido hasta ese momento. Él lo abrazó, hundiendo el rostro en sus ropas —No puedes llamarme más, no lo resisto.

—Sasuke, no puedo evitarlo.

—Sé un poco paciente, buscaré la manera de salir, lo prometo. Pero si continúas estarás en grave peligro.

—Moriría por tí— él ahogó un solloso ante la convicción que percibió en sus palabras.

—Yo no quiero eso— balbuceó. Naruto se separó un poco y tomó su rostro entre las manos.

—Una semana. Si no logras encontrar la manera de salir en una semana, iré yo mismo a buscarte y ya no te dejaré ir. Hacerlo va en contra de mi naturaleza— él tragó en seco y luego volteó a ver a los lobos que tenía a sus espaldas.

Ellos lo observaban con detenimiento y las orejas bajas.

—Lo intentaré. Debo irme, no puedo permitir que mi padre descubra que volví a salir— Naruto tiró de su brazo y lo besó con brusquedad.

—Solo siete días— repitió y él asintió levemente, alejándose del Alfa.

Logró salir del bosque y llegar a su casa antes que su padre. Escondió su ropa sucia y manchada, para después lavarse las heridas de sus manos y acostarse. Escuchó al viejo entrar par de horas después, refunfuñando y diciendo palabrotas, acto seguido disculpándose con Dios. Él no se movió, se hizo el dormido y respiró tranquilo cuando su padre se acostó sin percatarse de nada.

Aún podía sentir las manos de Naruto sobre él y el roce sobre sus labios. Casi desgastó sus dedos acariciándoselos y sonriendo tontamente. Luego recordó lo que sintió presionar contra su cadera y su cara se tornó escarlata. Negó enfáticamente y hundió el rostro en la almohada, apretando las piernas y frotando los pies entre si. Un nuevo sentimiento estaba floreciendo en su vientre, como mariposas en llamas o una tortura dulce, y su entrepierna se endureció rememorando las imágenes.

El cansancio lo venció rato después y pudo dormir profundamente el resto de la madrugada. Al día siguiente reanudó su nueva rutina, sin quitarse de la cabeza el pensamiento de que debía encontrar cuanto antes la forma segura de salir de Whitney, sin que nadie lo supiese.

La vieja Chiyo le dió aún más trabajo que el día anterior, y más al siguiente, y al otro. Habían pasado tres días en los que apenas tenía tiempo para comer. Caía en su cama, casi inconsciente y alegrándose cuando no escuchaba ningún aullido. Sin embargo, después de la confesión de Naruto, las ganas de verlo eran aún mayores. Extrañaba el aroma de la carne sobre la hoguera y el sonido de la música. Las sombras bailarinas en las piedras de las cuevas, las conversaciones amenas bajo la negrura estrellada.

Un día antes de su plazo, Sasuke recordó algo que había leído en un libro de aventuras hacía ya par de años. En éste, el héroe había escapado del tirano rey por un pasadizo secreto en el sótano del castillo. Entonces se preguntó si el castillo de Whitney no tendría esa característica peculiar. Sería una verdadera suerte poder escaparse durante el día, su padre no sospecharía nada, ni nadie, si cumplía con su trabajo. Pero solo había una forma de saberlo, buscar los planos de la construcción. Seguro estarían en la biblioteca de Lord Danzo. Eso sería difícil, pero era su única salida.

Pensando rápido, tomó un cuchillo de la cocina y se cortó la palma de la mano, mordiéndose el labio ante el dolor. Se lo enseñó a la anciana y ésta, después de reprenderlo, le ordenó que subiera a sacudir y ordenar las habitaciones, pues con la herida no podría mojarse las manos continuamente o utilizar herramientas de limpieza.

Así, a media mañana, logró subir hasta los aposentos de Lord Danzo. Se alegró al notar que no estaba y comenzó a rebuscar en los libreros. Habían multitud de cartas náuticas y mapas, muchos documentos amarillentos y viejos, que parecía que si los tocaba se desharían en sus manos. Justo antes de rendirse los encontró, los planos del castillo. Desenrolló completamente el pergamino sobre una mesa y comenzó a buscar algún indicio de pasadizo.

Página tras página observaba con detenimiento y justo en la última, notó una pared que no coincidía con la posición de los muros externos en el castillo. Memorizando su ubicación, colocó todo en su lugar y bajó al sótano donde estaba dicha pared.
Era una habitación cubierta con paneles de madera y multitud de muebles viejos y empolvados, lo que indicaba que nadie entraba ahí. Movió un aparador, intentando no hacer ruido y comenzó a dar pequeños golpes en los paneles hasta que uno sonó hueco. Con sus dedos tanteo los bordes, pero era bastante difícil de quitar. Miró alrededor y encontró un atizador, lo clavó en un costado y el panel se abrió, revelando un túnel oscuro y lleno de telarañas.

—¡Sí!— exclamó victorioso. Estaba seguro de que conduciría hasta afuera de la ciudad. Cerró el panel y colocó el aparador en su lugar.

El día siguiente sería el séptimo y se cumpliría el plazo que Naruto le había dado. Pero lo había resuelto, así que durmió tranquilo esa noche.

En la mañana subió hasta las habitaciones del castillo, organizó y desempolvó lo más rápido que pudo. Luego tomó un candelabro viejo con una vela de cebo amarilla y bajó hasta el sótano. Abrió el pasadizo secreto y cerró el panel tras de si. Las paredes, aún alumbradas por la vela, se veían tenebrosas. Después de un rato se ensancharon en una cámara gigantesca que tenía un montón de armaduras viejas y oxidadas. Se volvió a estrechar y cuando hubo caminado otro rato, vió una luz al final.

La salida daba justamente a las afueras del bosque de Wyshwood, pero en el lado Este. Casi saltó de la euforia y se echó a correr hasta internarse en la espesura. Sin embargo, no lograba ubicar ningún lugar conocido. Para su suerte se encontró con uno de los lobos de la manada, no era un caminante, lo sabía por el tamaño. Temió que lo fuera a atacar, pero después de olfatearlo, resopló y pareció reconocerlo.

—Apesto, lo sé— dijo risueño —¿Crees que puedas guiarme a la guarida?

El animal lo rodeó y luego comenzó a caminar en dirección Noroeste. Aún después de un rato no reconocía el sitio, el lobo no parecía llevarlo hasta las cuevas de los caminantes. En lugar de las zarzas en la entrada escondida, lo que escuchó fué el sonido de una cascada y luego los árboles quedaron atrás, rebelando un claro. Justo allí, debajo del chorro del riachuelo, estaba el Alfa de espaldas dándose un baño, completamente desnudo.

LOBO REY (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora