7. "El llamado"

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Sasuke lavó su rostro y se puso un traje de domingo que le había hecho su madre, de color azul oscuro y bastante discreto. Cubrió su cabeza con una boina de tela negra y esperó de pie, mirando hacia la ventana más arriba.

Estaba triste, pero más que eso, enojado. Tenía un carácter fuerte desde pequeño, nunca le gustó seguir órdenes y aunque quería a su padre, sabía que estaba siendo injusto. No debió haberse escapado, pero nada de eso hubiese pasado si él no lo hubiera dejado encerrado dentro de la casa, o si todavía viviesen en Escocia.

La muerte de su madre lo había afectado, era la segunda esposa que perdía. Quizás por eso se había vuelto tan recio.

Cuando él entró, Sasuke no le miró a la cara, pasó por su lado con la cabeza en alto a pesar de su mejilla roja, resultado de su reprimenda.

Su padre lo tomó del brazo para guiarlo, una vez cerrada la puerta, pero él se apartó de inmediato.

—Si no es para golpearme, no me vuelvas a tocar...— siseó bajo. El mayor apretó los labios en una fina línea, pero no dijo nada al respecto. Había puesto una barrera entre ellos. Si su padre insistía en tratarlo como prisionero, como su captor lo iba a tratar.

La iglesia no estaba lejos de allí, ocupando un espacio importante en Whitney. Justo en el centro de la plaza se alzaba la pequeña catedral de estilo gótico. Sus grandes columnas y ventanales le recordaban a los mortales la magnificencia de su dios y lo insignificante que era su vida.

—Espera aquí,— ordenó su padre —iré a buscar al obispo.

Se perdió en el interior del edificio, dejándolo justo en la escalinata de la entrada. A pocos metros conversaba un grupo de tres chicos con gorros en sus cabezas, como él. Los conocía de las misas o en las ocasiones que salía a hacer los mandados. Estaba de más decir que no le caían nada bien. El "mira quién está allí", llegó a sus oídos, junto con las miradas poco discretas de los muchachos.

Sasuke bufó y se cruzó de brazos.

Luego la atención del trío fué desviada a una mujer que bajó de un carruaje, seguida por una pequeña y sucia niña que sostenía un paquete en sus manos. Ellos comenzaron a codearse, emitir silbidos atrevidos y guiños a la dama.

Sasuke miró por pura curiosidad, sabía quien era; una de las sobrinas de Lord Danzo.

—¿Qué miras, campesino?— preguntó uno de los chicos —Está fuera de tu alcance, cuida cerdos.

Aquella mujer no podía tener más encaje encima, los colores de su vestido eran muy llamativos y su perfume rancio llegaba hasta su nariz, a pesar de estar a varios metros.

—Es un completo chiste— murmuró para si mismo.

¿Qué podría verle a alguien como ella? No encontraba nada atractivo en la excentricidad de los citadinos. Naruto era muy diferente...

El Alfa de los lobos no llevaba su riqueza a cuestas, su tesoro era el bosque y su manada. No necesitaba poner cara de estirado, con su simple presencia inspiraba respecto y obediencia. No usaba perfumes ni aceites caros, su olor a lluvia y brisa era más atrayente y enigmático. En lugar de usar ropas llamativas, lucía su pecho desnudo, demostrando lo fuerte que era solamente con mostrar sus músculos.

—¿Te pregunté qué miras, niño?— insistió el "líder" de los buitres.

—Un bufón— respondió con una sonrisa cínica en la cara, justo cuando su padre lo llamó desde adentro.

El obispo Sarutobi tenía semblante de cansancio, esa toga café y la capucha sobre su cabeza coronada con esa aureola de poco cabello cano, lo hacía lucir gracioso. Por lo menos para la vista de Sasuke.

Él se confesó, y tal parecía que estaba contando un cuento de niños mientras lo hacía. Sabía que no debía mentir, pero para el obispo era difícil creer todo sin pensar que estuviese loco.

—No es correcto decir mentiras, hijo mío.

—No miento.

—Quizás fué un sueño o quieres escapar del castigo de tu padre— Sasuke rodó los ojos con hastío —Un muchacho de tu edad no debe comportarse de esa manera. Creo que te vendría bien algo en lo que ocupar tu tiempo de ocio.

—¿Qué tiempo de ocio?— bufó en un murmullo.

—¿Qué dijiste?

—Nada, padre.

—Bien, como te decía; me encargaré de buscarte una labor para que mantengas tu mente ocupada. El trabajo es plegaria, hijo— en eso, un monaguillo rubio se acercó a él y le dijo algo al oído —Espera aquí, tal vez pueda resolver tu problema ahora mismo.

Sin más, salió, dejándolo en el confesionario. Sasuke asomó la cabeza fuera de la estructura de madera y notó a un señor muy serio y viejo, de ojos negros y ricamente ataviado. Lord Danzo, lo conocía de verlo pasar montado en su cabello, mirando desde arriba a todo el mundo como si no fuesen más que bazofia. Luego, su atención fué desviada a una pequeña puerta entreabierta, junto a la capilla. Podía observar un estante de libros desde donde estaba, sin dudas era la biblioteca.

Después de mirar nuevamente al obispo, que conversaba con su visitante, salió sin hacer el menor ruido y se coló en la habitación.

No podía creer la enorme cantidad de ejemplares y pergaminos que había, sus ojos viajaban de un lado a otro, leyendo el lomo de los libros más gruesos. La mayoría estaban en latín, lo que para él no era un problema. Si algo tenía que agradecerle a su severo padre, era el haberle enseñado a leer.
Uno en específico hizo que estirara el brazo y lo tomara. Hablaba de criaturas míticas y "diabólicas" que atacaban a los hombres.

Allí estaban los caminantes; "Warewolf", los llamaban. Se asombró al verlos, pero en lugar de hombres y mujeres, los dibujos eran de bestias espantosas mitad lobo, con colmillos y garras enormes. Logró leer un pedazo, el cual no le gustó nada: "(...) criaturas del diablo que asesinan y comen carne humana. Hombres malditos por sus crímenes, sentenciados a vagar como bestias en los bosques"

—¡¿Pero qué estupidez es ésta?!

—¡Sasuke!— el grito del obispo lo sobresaltó y soltó el libro —¿Qué estás haciendo? No puedes entrar aquí. Sal de inmediato si no quieres recibir un castigo.

—Lo siento, padre— murmuró con reticencia.

—Sígueme, te he conseguido un trabajo. Aunque ahora me estoy planteando seriamente si es buena idea enviarte con Lord Danzo. No quiero que me hagas quedar mal.

—¡¿Lord Danzo?!

Sasuke no tuvo tiempo a decir más, pues el hombre estaba de pie con las manos en la espalda, esperando por él. Había venido a una visita de rutina y el obispo Sarutobi le había hablado de su caso, pidiéndole ayuda con el "pobre niño escocés".

—¿Es él?— preguntó con severidad, mirándolo de pies a cabeza y haciéndolo sentir incómodo. El obispo asintió —Bien, preséntate mañana al alba en las cocinas del castillo, busca a la anciana Chiyo, ella te dirá que hacer.

Dando la orden, se fué.

Sasuke regresó a su casa en compañía de su padre. En silencio hizo la cena y en silencio se acostó, ésta vez en la cama de abajo. No pudo evitar reír cuando lo vió pasar trabajo para subir hasta al altillo y luego golpearse la cabeza con una de las vigas del techo.

—Te lo mereces— murmuró.

Según avanzó la noche, su ansiedad creció y más cuando escuchó el primer aullido. Se sentó en el duro colchón, abrazando sus rodillas. Naruto lo estaba llamando y a cada hora que pasaba era más insistente. Sasuke, encerrado, comenzó a llorar por la urgencia inevitable de corresponderle. Se mecía adelante y atrás, sujetando su cabeza.

Aún a media madrugada el llamado continuaba y él ya no sabía que hacer. Miró la puerta una y otra vez, pero su padre la había cerrado con llave. Estaba preso, sin poder asistir a su encuentro.

—¡¿Pero qué le pasa a ese maldito lobo?!— gruñó el viejo y él cubrió su rostro con la sábana para evitar que escuchara sus sollozos.

LOBO REY (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora