Capítulo 10. Tú despiertas lo que está dormido

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La tarde de aquel sábado de junio era cálida. El sol brillaba con fuerza, hacía el calor suficiente como para que un baño sentara bien. No había ni una nube en el cielo, solo una inmensidad azul abarcaba toda la ciudad. Santana preparó una mesa llena de bebidas, unas con alcohol y otras sin él. Los vasos tenían una sombrilla decorándolos. Raúl se encargaba de poner algunos aperitivos mientras Rafael enchufaba los altavoces al ordenador. Por su parte, Javi colocaba tumbonas con coronas y collares de flores para hacerse fotos de recuerdo a lo largo de la tarde.

—No es por nada, pero ha quedado genial— dijo el librero, contento por el trabajo realizado.

—Mejor incluso que un hotel de 5 estrellas— añadió Santana.

—Aquí nos divertiremos más— apuntó Rafael dando un beso a la chica en la mejilla mientras agarraba su trasero.

Los otros dos conocían lo suyo. Eran amigos que desfogaban cuando ambos querían, sin ningún sentimiento más allá que el de una gran amistad desde hace años. O eso creían todos, les resultaba difícil imaginar que Rafael, el chico más duro y asqueado del mundo sería capaz de enamorarse. Pero allí estaba, conformándose con momentos de pasión con la mujer que amaba mientras ella tenía el corazón ocupado por otra persona, que además había reconocido ser gay. Puede que ese fuera el motivo por el cual odiaba su propia existencia, el llevar años ilusionado con alguien sin ser correspondido. Aquel chico que siempre era directo al decir las cosas, aunque incapaz de declarar su amor.

A los pocos minutos llegó Rocksy, que fue presentada al grupo. Rafael la reconoció enseguida, la chica de la foto. La miró de arriba abajo y se relamió. Luego contempló a Santana, apretándola contra él.

Después aparecieron los demás. Raúl saludó a todos mientras Javi se quedó boquiabierto al ver a Helen. La chica fue corriendo hacia él, abrazándole con fuerza, como si llevaran años sin verse.

— ¿Así que es ella de quién te has engolosinado?— Santana puso una sonrisa divertida.

—Oohh, les has hablado de mí...— Helen le agarró de la nariz.

—Ha sido muy cansino. Si llega a ser otra persona, le mandaría a tomar por culo. Pero como es mi amigo, he escuchado al detalle cada historia. Me gusta verle feliz— añadió Rafael y sus amigos le miraron extrañados.

—Nunca supe que eras tú— aclaró la anfitriona—. Estoy muy contenta de que así sea, me pareces un encanto.

Javi se estaba sonrojando. Es cierto que había hablado infinidad de veces a su grupo sobre lo maravillosa que era. Sin embargo, entre ellos dos solo existía una bonita amistad, por ahora.

Raúl respiró hondo cuando vio a Sergio apareciendo por el fondo. Desde el momento en el ascensor, habían discutido varias veces más, algunas demasiado fuertes, por lo que quería seguir siendo indiferente para él. Hasta que se acercó, estaba tan jodidamente guapo bajo el brillo del sol que por un instante, el fotógrafo pensó que se iba a desmayar. Maldito amor de mierda. Pensó en arrancarse el corazón y ahogarlo en la piscina para que dejase de latir emocionado cada vez que veía a ese gilipollas. Le resultaba imposible no sentir nada, por lo que se iba rompiendo más por dentro.

Los pensamientos de Sergio iban por el mismo camino. Hacer como si aquel chico no existiera, disfrutar de una agradable tarde sin que se estropeara. Pero sabía que estaba, por mucho que quisiera evitarlo. Inconscientemente, lo primero que hizo fue buscarle con la mirada. Le encontró, apartando su vista de él como tantas veces habían hecho cuando sus ojos se cruzaban.

Tenía que ignorarle, sin embargo no podía dejar de mirarle. Se veía tan espectacular en bañador, igual que la vez en su casa cuando salió de la ducha. Un volcán en erupción explotó en el cuerpo del modelo. Centró sus pensamientos en saludar a la gente porque en su mente solo aparecían imágenes inapropiadas.

Abrázame como si nadie nos vieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora