Capítulo 24. No me queda nada

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El frío continuaba envolviendo la ciudad. Íker estaba cruzado de brazos, tiritando. Clara paseaba a su lado, bien abrigada y con un gorro naranja calentando su cabeza. Había poca gente por las calles, apenas un par de personas se cruzaron en su camino en la visita al Ámsterdam nocturno. Las luces de las casas y farolas iluminaban el canal donde estuvieron montando en góndola el primer día que llegaron. Había bicicletas apiladas en orden al borde del canal. Íker tiró del brazo de Clara para que le siguiera. Esta se dejó llevar curiosa por saber qué pretendía.

—Este banco en el que nos vamos a sentar es donde Augustus dio la mala noticia a Hazel. Tengo algo que decirte y por eso te he traído aquí, sé que para los dos es especial. Solo espero que no te enfades... —dijo el chico, algo nervioso.

La rubia se tapó la boca con las manos.

—No me digas que te estás muriendo.

— ¿Qué? ¡No, no es eso! —sacó algo del bolsillo del pantalón. Las manos le temblaban, por el frío y los nervios. Le dio el objeto a Clara, que lo miraba confusa.

— ¿Es... la llave de tu corazón? —bromeó.

—La de nuestro nuevo hogar. Encontré un piso en el centro precioso y a buen precio, 400€ al mes. Al parecer, el dueño quiere deshacerse de él pero no lo vende porque será la herencia que deje a su nieta. La niña todavía tiene 8 años, no podrá exigirlo hasta dentro de 10... Le caí bien y nos lo alquila por esa cantidad. No te dije nada porque quería que fuese una sorpresa. Fui a verlo con Javi, el hombre pensó que éramos pareja y viviríamos los dos allí —sonrió de forma fugaz. Se quedaron en silencio. Sabía que ella era de tomar las decisiones importantes entre los dos porque en eso consistía la pareja. Por una vez, quiso enfrentarse al mundo él solo y pensar en su futuro.

Clara miró la llave, después a él. Íker tragó saliva, aquel silencio le resultaba horrible.

—Íker... — susurró—. ¡Es genial! Dime que tienes fotos, quiero verlo.

El chico sacó el móvil. Vieron entusiasmados imágenes y vídeos de la que sería su nueva casa. En uno de ellos, se podía ver a Javi tumbándose en la cama levantando el dedo dando su aprobación.

— ¿No te ha molestado que tomara esta decisión sin ti? — preguntó todavía extrañado.

—Para nada, me encanta todo. Y aunque fuese espantoso, cualquier lugar donde estés tú, será el correcto— le agarró de la nuca para besarle. Íker sonrió. Se abrió hueco entre las capas de ropa que llevaba Clara para abrazarla, ahora estaba más calentito.

—Te quiero— susurró el chico.

Ella se apartó, desabrochó su abrigo para ofrecérselo.

—Póntelo, estás helado. Y no me lo niegues, sabes que el rollito macho ibérico congelado que deja su chaqueta a la chica porque puede fingir que está bien mientras cree que ella es una delicada, no me va— Íker esbozó una sonrisa y se puso la prenda. Después, Clara se subió a caballito encima de él.


La noche estrellada se cernía sobre la mansión del señor Ardelean. Varios cuervos negros sobrevolaban alrededor del inmenso jardín que se encontraba en la entrada. Rafael esperaba sentado en la mesa junto a su abuelo a que los sirvientes les llevaran la cena. El hombre era alto, de complexión delgada con un pelo canoso bastante aparente. Rondaba los 80 años, aún así, carecía de arrugas en su rostro. Las paredes estaban decoradas con fotos familiares y alguna pequeña estatua de adorno.

—Agradezco tu invitación, abuelo. Hacía tiempo que no nos veíamos— dijo Rafael, rompiendo el silencio.

Los sirvientes aparecieron dejando la cena sobre la mesa. El primer plato, contenía Ciorbâ de burtâ, una sopa tradicional rumana. El segundo era Mici, rollos de carne picada a la parrilla. El chico sintió nostalgia, era su comida favorita, la que su madre preparaba el día de su cumpleaños.

Abrázame como si nadie nos vieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora