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𝕰𝖑 𝖕𝖆𝖗𝖙𝖎𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝕼𝖚𝖎𝖉𝖉𝖎𝖈𝖍

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(Editado)

Cuando empezó noviembre, el frío llegó de golpe. Las montañas cercanas al colegio adoptaron un tono gris, como si se hubieran cubierto de hielo, y el lago brillaba con un resplandor metálico, como si estuviera congelado. Cada mañana, las áreas libres amanecía cubierto de una capa de escarcha. Desde las ventanas superiores, se veía a Hagrid, con su gigantesco abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de castor, descongelando las escobas en el campo de Quidditch.

La temporada de Quidditch estaba a punto de comenzar, y ese sábado, Harry jugaría su primer partido, después de semanas de intensos entrenamientos. Gryffindor se enfrentaba a Slytherin. Si Gryffindor ganaba, se colocarían en segundo lugar en el campeonato de las casas.

Casi nadie había visto jugar a Harry, ya que Wood había decidido mantenerlo como su carta secreta. Pero la noticia de que sería el nuevo buscador se había filtrado, y Harry no sabía qué era peor: que todos le dijeran que lo haría muy bien o que esperaran que fuera un desastre. Estaba visiblemente preocupado.

Era una verdadera suerte tener a Hermione como amiga. No puedo imaginar cómo habría logrado terminar todos los deberes sin su ayuda, sobre todo con el tiempo que Harry tenía que dedicarle al entrenamiento de Quidditch, pues Wood le exigía mucho. La verdad es que Harry apenas tenía tiempo para respirar. Hermione, por su parte, también le había prestado su copia de Quidditch a través de los tiempos.

Hermione, además, se había vuelto un poco más flexible en cuanto a romper reglas, desde aquel incidente con el troll, y era mucho más agradable. Al día siguiente del primer partido de Harry, los cuatro estábamos fuera, en el patio helado, durante el recreo. Hermione había hecho aparecer una llamativa llama azul que pudimos meter en un frasco de mermelada para llevárnosla con nosotros. Estábamos de espaldas al fuego para calentarnos cuando vimos a Snape cruzar el patio. Noté enseguida que cojeaba. Los cuatro nos apiñamos alrededor del fuego, tratando de ocultarlo, sin saber si aquello era permitido. Lamentablemente, nuestros rostros culpables fueron suficientes para que Snape se detuviera. Se dio la vuelta, arrastrando la pierna, y nos miró. No había visto la llama, pero parecía buscar cualquier excusa para regañarnos..

-¿Qué tienes ahí, Potter? -dijo Snape, su voz cortante como siempre, mientras nos observaba desde el umbral del aula.

Harry, que estaba hojeando su libro sobre Quidditch, lo levantó rápidamente, pero Snape ya había notado el movimiento.

-Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio -dijo con desdén. Era una de sus reglas favoritas, aunque nadie estuviera seguro de que realmente existiera. Sus ojos oscuros brillaron de una manera que ya sabíamos significaba problemas-. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.

𝖀𝖓𝖆 𝖘𝖔𝖑𝖆 𝖒𝖎𝖗𝖆𝖉𝖆 /𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫/  La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora