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El primero de septiembre había llegado, y la emoción de Andrea y Ron Weasley era palpable en cada rincón de la madriguera. El día que tanto habían esperado finalmente estaba aquí: el día en que por fin abordarán el tren a Hogwarts. La casa estaba llena de actividad y un ligero caos mientras todos se preparaban para la gran partida.
-¡GINNY, VISTIÉNTETE! ANDREA, ARRÉGLATE LA ROPA! RON, LEVÁNTATE! FRED Y GEORGE, DEJEN DE JUGAR Y PÓNGANSE LOS ZAPATOS! PERCY, DEJA ESOS LIBROS, YA TIENES BASTANTES PARA EL AÑO!- Molly gritaba desde la planta baja, recorriendo la casa y asegurándose de que todos se apresurarán. Era un ritual de cada año, y ella lo hacía con el mismo fervor.
Andrea se reía mientras ayudaba a su madre a organizar los últimos detalles, como preparar los sándwiches para el camino. Sabía que no tenían tiempo para desayunar, y aunque a veces las prisas de Molly podían ser abrumadoras, le encantaba ver a su familia tan animada.
La mañana avanzaba. Después de usar un poco de magia para cargar todos los baúles en el automóvil del Ministerio de Magia, la familia se dirigió hacia King's Cross. Andrea estaba llena de nervios y emoción, pero también sentía una extraña mezcla de tranquilidad al saber que no estaba sola en este viaje, sino que su mellizo, Ron, estaría a su lado.
El conductor del coche miraba con asombro la gran cantidad de niños que iba a llevar a la estación, pero no dijo nada. Al llegar a la estación, Molly, como siempre, encabezaba la marcha.
-¡Vamos, chicos, a la plataforma! Percy, tú primero,- indicó Molly, señalando la pared que separaba la plataforma 9 de la 10.
-¡No me hagas esperar!- Percy, con su porte serio, se adelantó y corrió hacia la pared, desapareciendo con un suspiro.
Los gemelos Fred y George estaban bromeando entre ellos, como siempre, causando que la situación fuera más caótica de lo necesario.
-¡Fred, tú eres el siguiente!-dijo Molly, apurada.
-No, no soy Fred, soy yo, George,- replicó uno de los gemelos, pero rápidamente Fred le interrumpió.
-¡No soy George, soy Fred!- exclamó, con una sonrisa descarada.
Andrea, acostumbrada a sus bromas, solo sonrió divertida. Sin embargo, siempre parecía ser la única que sabía diferenciarlos a la perfección.
-¡Oh, lo siento, George!-dijo Molly, con una mueca de disculpa.
-¡Solo bromeaba! Yo soy Fred,-dijo Fred, guiñandole un ojo a su madre antes de correr a través de la pared junto a George.
Molly, al ver que sus hijos ya se estaban dispersando, iba a dar la misma instrucción a Ron y Andrea, pero fue interrumpida por una voz desconocida.
