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𝓔𝓵 𝓫𝓮𝓼𝓸

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La habitación estaba sumida en un silencio tenso, y me costaba respirar correctamente. El aire se sentía denso, como si todo lo que había sucedido antes en la tarde estuviera presionando sobre nosotros. Cuando abrí la puerta y vi a Harry allí, mi corazón dio un salto, pero también sentí una mezcla de emociones conflictivas.

Su rostro, normalmente tan lleno de vida, estaba marcado por la pena. Su mirada se cruzó con la mía, y por un instante, supe que estaba arrepentido. Sabía que no podía dejar que lo que había dicho antes fuera la última palabra. No cuando me dolía tanto, no cuando todo lo que había creído sobre nuestra amistad estaba ahora en peligro.

—¿Puedo pasar? —preguntó, su voz temblando ligeramente, pero su mirada vacilante me decía que estaba nervioso.

Asentí en silencio, sin poder articular palabra, y lo dejé entrar. Al principio no me atreví a mirarlo del todo. Estaba tan herida por lo que había sucedido antes que sentía que cualquier palabra de más solo empeoraría las cosas.

Pero al verlo moverse hacia la cama, con una posición  que no me había dado cuenta antes, me preocupé más. No sabía qué le pasaba, pero claramente algo no estaba bien. Me estaba ocultando algo.

—¿Cómo entraste? —le pregunté, frunciendo el ceño y mirando hacia la puerta cerrada, aunque sabía que los chicos no podían subir a la sala de chicas. Harry estaba demasiado callado, y me hizo sospechar que había hecho algo más para colarse hasta aquí.

Él simplemente hizo una mueca, casi avergonzado.

—Como tú entraste a la de los chicos... pensé que también podría. —Dijo con una voz baja, pero pude ver que algo en forma de su  espalda le molestaba. Algo en su caminar no era normal.

—Te hiciste daño —le dije, sin poder evitarlo. Estaba empezando a preocuparme, y mi mirada fue hacia donde él trataba de disimular un golpe en su pierna.

Harry hizo un gesto con la mano, restando importancia al asunto.

—No importa. Tenía que venir aquí a hablar contigo. —Su voz sonó más suave de lo que esperaba. Había algo de vulnerabilidad en ella que no me había dado cuenta antes.

—¿No podías hablar mañana? —le respondí, alzando las cejas, aunque mi tono no era tan firme como me hubiera gustado. Aún estaba herida por lo que me había dicho antes, pero me era difícil ignorarlo por completo. Algo en su actitud me decía que realmente lo sentía.

Harry frunció el ceño, y vi que estaba luchando contra el dolor de la herida. No era una simple molestia. Algo más grande estaba sucediendo, y me dolía ver cómo lo intentaba esconder.

—Siéntate —le dije, casi sin pensarlo, dándome la vuelta para ir a mi mesa de noche. Sabía que la poción de curación podía ayudarlo. Pero lo que no esperaba era lo que vi cuando me giré para darle la botella.

—¿Puedo... ayudarte? —murmuré, temblando ligeramente. Sin pensar mucho en lo que hacía, tomé la poción de curación que siempre guardaba, y la sostuve entre mis manos, incapaz de evitarlo.

—Puedes quitarte la camiseta. —Dije, casi en un susurro, un poco sonrojada al decirlo. Mi voz era un poco temblorosa, pero lo suficientemente fuerte como para que Harry la oyera.

Hubo un largo momento de silencio, y pude ver el leve rubor en las mejillas de Harry. Su rostro reflejaba una mezcla de incomodidad y sorpresa, pero sabía que lo que necesitaba era curarse. A pesar de sus reservas, se quitó la camiseta lentamente, como si no estuviera seguro de si debería hacerlo.

𝖀𝖓𝖆 𝖘𝖔𝖑𝖆 𝖒𝖎𝖗𝖆𝖉𝖆 /𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫/  La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora