017 final

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(Editado)

Era Quirrell

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Era Quirrell.

Andy lo había sospechado desde hacía tiempo, pero ahora, al verlo allí de pie frente a ellos, la confirmación la golpeó como un martillazo. En un principio, Quirrell había sido el torpe profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, el hombre tembloroso que tartamudeaba cada vez que hablaba, pero todo eso ahora se desmoronaba ante sus ojos. En su lugar, estaba el verdadero Quirrell, o más bien, lo que él era en realidad: un sirviente, un peón, uno de los muchos que habían ayudado a Voldemort a regresar.

Harry parecía estar en shock. Sus ojos, desorbitados, no podían procesar lo que estaba ocurriendo. Quirrell ya no era el hombre que había intentado enseñarles lo que eran las Artes Oscuras; ahora era la encarnación de una traición mucho más profunda.

—¿Severus? —rió Quirrell, y no fue la risa temblorosa que todos conocían, sino una risa fría, ácida, que se desbordaba de una satisfacción macabra. —Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él... ¿Quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profesor Quirrell? Excepto por ti —dijo, señalando a Andy con un dedo acusador, su rostro arrugado esbozando una sonrisa cruel.

Harry dio un paso atrás, completamente desconcertado. Podía sentir que la verdad se deslizaba ante él, pero no lograba atraparla completamente. Miró a Andy, buscando alguna explicación, pero ella estaba inmóvil, con los ojos fijos en Quirrell, sus músculos tensos. Sabía lo que se venía, y no era bueno.

—¡Pero Snape trató de matarme! —exclamó Harry, su voz algo quebrada por la incredulidad.

Quirrell sonrió, y su sonrisa se alargó de una forma aún más inquietante. Había algo oscuro y peligroso en esa sonrisa, como si estuviera disfrutando demasiado del sufrimiento ajeno.

—No, no, no. Yo traté de matarte —dijo con frialdad, como si estuviera recitando una simple verdad. —Alguien me lanzó un hechizo primero, pero después tu amiga accidentalmente me atropelló cuando corría a prenderle fuego a Snape, en ese partido de Quidditch. El hechizo rompió el contacto visual que yo tenía contigo. Unos segundos más, y te habría hecho caer de esa escoba. Y lo habría conseguido antes... si Snape no hubiera estado murmurando un contrahechizo, tratando de salvarte o por ese maldito hechizo.

La revelación le cayó a Harry como un cubo de agua fría. Recordó el partido de Quidditch: su caída descontrolada, la sensación de que algo había ido terriblemente mal. Pero nunca había imaginado que todo eso formaba parte de un plan más grande, de una trampa tendida no por Snape, sino por Quirrell, que había estado manipulando las piezas desde las sombras.

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𝖀𝖓𝖆 𝖘𝖔𝖑𝖆 𝖒𝖎𝖗𝖆𝖉𝖆 /𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫/  La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora