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Tras la cena, los cuatro se sentaron en la sala común, lejos de todos. El bullicio del Gran Comedor aún resonaba en sus oídos, pero no les importaba; ya no. Habían dejado de intentar encajar, y esa noche no era diferente. Ninguno de los demás de Gryffindor hablaba con ellos, y después de tantas semanas de indiferencia, ya no era algo que les doliera. De hecho, ahora se sentían más unidos entre ellos que nunca.
Hermione estaba concentrada, repasando sus apuntes en busca de algún hechizo o encantamiento que pudieran necesitar para lo que les aguardaba esa noche. Tenía la mente ocupada con todo lo que había ocurrido, pero su ansia de encontrar una solución a su misión era más fuerte que cualquier otra cosa. Miraba una y otra vez el mapa que Harry les había mostrado, como si en algún rincón pudieran encontrar alguna pista más, alguna advertencia adicional.
Ron, por su parte, no parecía tan preocupado. Estaba más distraído, lanzando ocasionales miradas a la chimenea encendida, y murmurando algo sobre cómo Neville siempre arruinaba todo. Andy, sin embargo, no podía quitarse la sensación de que algo iba a salir mal esa noche. La emoción se mezclaba con un temor palpable; había algo en el aire que la inquietaba profundamente.
La sala común se fue vaciando poco a poco, los demás estudiantes se retiraron a sus dormitorios. Los ecos de los últimos pasos y murmullos desaparecieron, y los cuatro amigos se quedaron en silencio. La tensión en el ambiente era cada vez más densa, pero Harry, observando el reloj de pie junto a la puerta, sabía que no podían perder más tiempo.
—Será mejor que vayas a buscar la capa —murmuró Ron, su voz grave, como si intentara esconder la preocupación.
Harry asintió rápidamente. Sabía que tenían que actuar sin ser vistos. Se levantó y corrió por las escaleras hasta el dormitorio. La oscuridad que rodeaba la sala común no era suficiente para disimular el sonido de sus pasos apresurados. Regresó casi al instante, con la capa de invisibilidad enrollada bajo el brazo.
—Es mejor que nos pongamos la capa aquí y nos aseguremos de que nos cubra a los cuatro... si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por ahí... —dijo, su voz llena de urgencia.
Hermione levantó la vista de sus apuntes y asintió, mientras miraba con cautela hacia el pasillo.
—Sí, es mejor —dijo en voz baja, sus ojos recorriendo la sala como si esperara que alguien irrumpiera en cualquier momento.
Pero en ese momento, alguien más irrumpió en la conversación.
—¿Qué van a hacer? —Una voz sonó desde la oscuridad, haciendo que los tres se giraran al unísono.
