Prólogo

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Y como dijo mi escritor favorito: "Todos terminan siendo seres pequeños en un mundo lleno de posibilidades".


—¿Hablaras?

—No hasta que alguien de mi familia llegue—. Escupió el pelinegro con una mirada que indicaba que tú deberías pedirle perdón lo antes posible.

—Niño, solo tienes que admitir que el dio el primer golpe—. El oficial de policía que recién se había enterado de quién eran sus padres estaba asustado.

No quería problemas con una familia tan influyente en la cuidad como eran los Adams Miller.

—No diré nada—. Miró hacia la puerta como si estuviera esperando a alguien. Desde hace rato hacía lo mismo.

—Estoy seguro que no hubieras golpeado a alguien solo porque si... Así que admite que él empezó—. Y yo me podré ir a casa temprano, todos felices.

—Eso sería cobarde de mi parte, además se equivoca... Yo di el primer golpe.

—Seguro lo merecía, sé que no eres una mala persona J...

—Mi hermano está a punto de llegar, puede hablar con él—. Mencionó el chico algo irritado por la conversación.

—¿N-no vendrán tus padres?

—No lo sé... Espero que no, igual se llevan una demanda si ellos llegan—. Sonrió, y aún con el golpe en su mejilla, lucía extremadamente atractivo.

A su edad yo no me veía así de bien.

Un tirón en puerta de la comisario borró por completo ese pensamiento, y cualquier otro.

—¡Esta aquí! ¡Oh por dios! ¡Estás aquí pedazo de idiota!—. La chica que había entrado a la estación parecía estar al borde de la desesperación.

Su cabellos rojo estaba desordenado, sus mejillas tan rosadas como lo puedes imaginar y su piel blanca manchada de mucho sudor.

—Grezlii—. Mencionó con una media sonrisa el pelinegro.

—Eres un idiota... —. Le dijo acomodando su cabello. —¿Cuando lo dejarán libre?—. Esta vez la pelirroja se dirigió a mi.

—Él no accede a confesar que no inicio la pelea...—  me estaba empezando a preocupar. —Y no queremos involucrar a sus padres ¿A caso sabes quiénes son?

—Lo tengo muy claro—. Mencionó la chica antes de mirar al pelinegro que parecía distante a la realidad.

O más bien a prestar atención a algo que no fuera la pelirroja frente a él.

—Solo necesita decir que fue no él, sino tu novio—. Aclare entrando desesperación.

—Ese bastardo no es más mi novio—. Murmuró la señorita Grece. —¿Cree que tenga muchos problemas? Este idiota es muy obstinado.

—No lo creo. Después de todo es la primera vez que veo a un Adams en problemas.

 Después de todo es la primera vez que veo a un Adams en problemas

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