CAPÍTULO XVII

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Órlaith O'Sullivan en cama

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Era finales de verano, una tarde que Caitlin y los niños O'Sullivan regresaban de sus excursiones acostumbradas. Habían regresado temprano aquel día, porque Órlaith confesó tener molestias, y creyeron que lo mejor sería regresar.

--Adiós, Órlaith. Espero que te sientas mejor pronto—se despidió Caitlin, tomando la mano caliente y temblorosa de su amiguita.

--Realmente os sentís mal, mi pequeña. Vamos a la cama—ordenó cariñosamente su madre.

--Sí, mamá—

Pero entonces Órlaith se desmayó en los brazos de su madre. Caitlin se espantó, y poco le faltó para desmayarse ella. Niall y Flynn gritaron de horror, y Lorcan no perdió ni un segundo en ir a llamar a su padre. La Sra. O'Sullivan puso mientras tanto a Órlaith en la cama de su cuarto, que estaba junto a la ventana y por consiguiente era más fresco. Le puso, con ayuda de Caitlin, toallas mojadas en el agua más fría que hallaron y se las pusieron en la frente, alrededor de la cabeza y en los brazos. Ello calmaría al menos la fiebre.

Al poco rato, llegó Lorcan en compañía de su padre y de Brian. Los tres fueron a ver a la niña, quien comenzaba a cobrar el sentido.

--Debemos mandar por el médico inmediatamente. Esto me da no menos de mala espina—comentó Brian, preocupado por aquella niñita, que, honesta y sinceramente, se había ganado su afecto brusco y varonil.

--Concuerdo con usted. Lorcan, ensilla a Molly y ve en seguida a Sheshifield por un médico. El que sea—ordenó el Sr. O'Sullivan.

--Sí, Padre—Lorcan dio un último vistazo a su hermana, y salió corriendo.

--Vamos, Caitlin, necesitaré de vuestra ayuda si queremos bajar más la fiebre—dijo la Sra. O'Sullivan, quien sabía que cuando su esposo mandaba por el médico, era algo realmente grave.

--Por su puesto. ¿Qué hago?—

La Sra. O'Sullivan indicó a Caitlin que cambiase constantemente las toallas mojadas, mientras ella preparaba un ungüento. Caitlin obedeció, pero en todo aquel rato sus manos no dejaron de temblar y su corazón latía rápidamente. Aquello, iba en serio. A su debido tiempo, Lorcan llegó con el médico. Éste último preguntó en donde se hallaba su paciente, así que la Sra. O'Sullivan le guió.

Caitlin acariciaba suspirando el cabello de Órlaith, y Niall y Flynn estaban sentados en una esquina de la habitación, duros u tiesos como estatuas, cuando su madre entró con el médico. Seguido del Sr. O'Sullivan y Lorcan.

--Será mejor que todos salgan de la habitación—sugirió el joven doctor, al ver el rostro de Órlaith, rojo como remolacha y advirtiendo que de ello no saldría nada bueno.

--Salgan, niños—ordenó la Sra. O'Sullivan, haciendo un gesto con la mano.

Muy a su pesar suyo, los niños salieron. Niall y Flynn bajaron directo al patio, pero Lorcan se quedó atrás para cerrar la puerta tras de Caitlin. Quien puso escuchar al médico decir:

--Si no hubieseis bajado la fiebre, puede que mi visita hubiese sido en vano—

Caitlin se asustó. Todo había sucedido tan rápido y casi sin sentido, que no había podido cavilar en lo sucedido. Pero volvió a la realidad cuando Lorcan le dijo en vos baja, en cuanto soltó la perilla de la puerta:

--Será mejor que os vayáis—

--¿Pero puedo volver mañana?—preguntó Caitlin, sabiendo que Lorcan no quería ser descortés, sino que buscaba tanto el bien de su familia, como el de ella.

🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora