CAPÍTULO XIV

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Zeus, el corcel negro

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Cuatro días después de haber llegado a Gales, Caitlin, la Sra. O'Reilly, Erin, la tía Aisling y Rory, se hallaban sentados frente al lago tomando el té. El día estaba suficientemente caliente para salir, así que habían decidido tomar el té en las afueras. Además, el aire salado era lo que necesitaba la Sra. O'Reilly, y ello no se conseguiría adentro.

--No consigo encontrar un nombre—dijo Erin, hundida en la silla y dejando escapar un resoplo de decepción.

--¿Nombre para qué?—preguntó Rory, que estaba medio aburrido y no tenía nada mejor que hacer que buscar nombres para la novela de su hermana.

--Para un pirata joven pero malvado—

--Eso es fácil: Henry—

--¡Perfecto, Roey! Debí haber preguntado hace minutos y me habría ahorrado muchas decepciones. Pero ahora necesito un apellido y un apodo, el otro modo en que se les dice a los piratas, sin que sea su nombre—

--Bueno, el apellido es sencillo: Walters. Pero el apodo, como lo llamáis, no es tan fácil, porque debéis decirme qué era lo que caracterizaba a ese pirata—

--¿Qué tal, Henry Walters, el humorado? Tiene humor para todo y se divierte por todo, sea bueno o malo—sugirió Caitlin, quien sabía más o menos la trama de toda la novela y los caracteres de los personajes.

--¡Sí! No tengo mejor nombre, así que sí. ¡Sois buenísimos!—exclamó Erin, levantándose de su asiento.

--¿A dónde vais, querida?—preguntó su madre.

--Solo me faltaba el nombre para escribir lo que ya tenía planeado, y ahora que ya lo tengo, no puedo esperar—dijo Erin, y desapareció como por encanto. Cualquiera que escriba aunque sea poesía corta, entenderá que cuando llega la inspiración, llega la inspiración.

--Esa chica se va a volver loca si no busca un hombre con quien casarse y se está sentada en un escritorio todo el día—replicó la Sra. O'Reilly, cinco minutos después de que Erin desapareciera.

--Déjala, querida hermana. No tiene muchas opciones y aquí no hay modo de conseguir buena posición. Si no llega a encontrar pareja humana, tendrá por esposo a la pluma y como hijos a los libros que logre escribir, y el dinero que gane de sus ventas serán las ganancias de su esposo, La Pluma. Esa obra que ha empezado es algo genial y que le ayudará a sobrevivir en el mundo. Para ser una chica de diecisiete años, es una gran obra maestra—le respondió la tía Aisling.

--De cualquier manera, es mi hija y no quiero que se case con una pluma—replicó la Sra. O'Reilly, quien no quería privar a su hija de una maravillosa vida familiar. Aunque sabía que Erin no buscaba aquella vida y que siempre había deseado hacer algo diferente, algo que cambiase la vida como se conocía.

Caitlin suspiró y se hundió en la silla. Estaba aburrida. Se paró de su asiento y se dirigió a al arco de árboles que tanto le había gustado, pero se detuvo, porque su madre le preguntó:

--¿Y ahora a donde se va mí otra hija?—

--A ver si puedo encontrar algo que me entretenga—contestó Caitlin, esperando que su madre no la privara de ello.

--Anda ve y busca, puede ser que como vuestra hermana os conviertas en escritora—dijo la tía en broma. Y entonces su hermana la miró con frialdad como diciéndole "no le metáis ideas a mi hija".

Caitlin se paró y fue arrastrando los pies, ya que aunque era un lugar sensacional, aun así no tenía ganas de hacer nada. Llegó al final del arco y aún no tenía ganas de hacer nada. Miró a su lado derecho, pero no vio nada con qué entretenerse. Entonces, un relincho de caballo a su izquierda la hizo voltearse. Y he ahí a un precioso caballo color azabache, que se paraba en sus dos patas traseras y sacudía la negra crin, con tal aire de libertad y fuerza de carácter, que Caitlin deseó en ese momento ser aquel hermoso corcel.

🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora