De vuelta a casa
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Caitlin despertó una mañana fresca, en su cama. Aún se hallaban en casa de la tía, pero todos los demás que no fueran Madre y Aiblin, debían regresar a casa aquella tarde.
El barco que los llevaría de vuelta a Irlanda zarpaba a las cuatro de la tarde en punto. Mientras tanto, Caitlin y los que viajarían debían dar los últimos toques para que todo quedara en orden y no se quedara nada. Cosa que les había sucedido en otras veces.
--Busca, Caitlin, por todos los rincones que se te ocurran, o que encuentres. No quiero dejar ni que dejen nada—decía Erin, cuando terminaron de desayunar y se hallaban ellas dos buscando cosas en la biblioteca y terminando de empacar las últimas cosas, para pasar así un último rato de placer en la mansión de la tía.
--Yo digo que si no queremos perder ni dejar nada, deberíamos no traer tantas cosas—contestó Caitlin, mientras se colgaba de cabeza en el respaldo de un sillón para buscar algún fugitivo objeto.
--Exacto. Yo no entiendo cómo es que las mujeres necesitan tantas cosas para un viaje tan sencillo como este. Exceptuando a Caitlin, no conozco persona femenina alguna que no lleve menos de dos maletas. Y Caitlin, que lleva precisamente dos maletas, las lleva llenas de cosas útiles y beneficiosas en vez de vestidos y vestidos de seda y satén—entró diciendo Rory en ese momento, con una expresión de desconcierto.
--Vestidos no es lo único que necesita una mujer, Rory—le reprochó Erin.
--Eso es cierto, lo sé. Pero tampoco me diréis que si un niño de la calle se está muriendo y venís a salvarlo, os vais a traer todo un guardarropa en vez de veinte maletas llenas de tónicos, píldoras y remedios. ¿O sí?—
--¡Por la cordura y el buen sentido! ¡Claro que no! Soy vanidosa, pero no tonta. Y eso lo sé—
--Ah, yo también lo sé. Por la simple razón de que habéis venido hasta aquí con el motivo de buscarte un pretendiente y la excusa de la salud de vuestra madre—
--¡Descarado villano! ¡Eso sí no te lo permito!—
Erin tomó un de los almohadones del canapé, y con él corrió a Rory de la biblioteca. Mientras que Caitlin era atacada de la risa a causa de la travesura de su hermano, y no tanto por el espectáculo de circo que Erin le dio.
--Ya. Así no nos molestará con sus argumentos—exclamó Erin, dejándose caer en el canapé.
En ese momento, Rory volvió a parecer por la puerta de arriba de la biblioteca diciendo, mientras apenas contenía las carcajadas:
--¡Ah! Y por cierto, el otro día me encontré con un joven bastante carismático, aunque tenía una nariz horrenda. Pero, como veo que estás tan enamorada del romance, no creo que te importe como si es un príncipe, como si es un pordiosero de calamidad expresión—
Dejando que terminara de decir todo, Erin se abstuvo de aventar a Rory el almohadón. Pero cuando éste terminó, le lazó el cojín con brillante puntería. Cuando uno se lo propone, y cuando a uno le colman la paciencia, las cosas suelen salir bien. Rory salió corriendo, azotó la puerta tras de sí, y buscó a alguien más para sacarle de quicio. Ya que no tenía nada más que hacer y aquello le causaba gran gracia. Aunque no se puede decir lo mismo de sus presas.
Como nada extraordinario sucedió en el transcurso de la mañana hasta la hora de partir, salvo que Erin revolvió la casa entera con tal de no dejar nada, que sería toda una "calamidad" no saltar hasta el punto de partida.
--Debes prometerme que me vas a escribir y que me vas a contar todo lo interesante. Ya sabes qué es lo que significa "interesante" para mí. Así que no tengo que entrar en explicaciones—suplicaba Aiblin a Caitlin, sabiendo que si tenía la palabra de su hermanita, lo tenía todo asegurado.
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🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]
Historická literaturaCaitlin es una niña irlandesa de doce años que solo desea un sola cosa: aprender a tocar el piano. Sin embargo, la antigua tradición de su familia se lo impide, y tendrá que luchar contra viento y marea por decidir entre una cosa o la otra: serle fi...