CAPÍTUO IX

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Caitlin recuerda su compromiso

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--¡La merienda con los O'Sullivan!—exclamó Caitlin, llevándose las manos a la cabeza, en son de desesperación.

--Descuida, ellos sabían que hoy partían tus primos y seguramente entenderán que no podías—la consoló Nanie, tratando de calmarla.

--¡Pero es un compromiso! Y se van a ofender—

--Yo no lo creo así. Pero si tanto insistes en ir, aquí tienes una canasta con lo que mejor pude sacar del desayuno—

Caitlin saltó al cuello de Nanie, y le cubrió la cara redonda de besos.

--¡Eres única, Nanie! ¡Gracias!—exclamó Caitlin, y sin decir nada más, se fue corriendo a casa de los O'Sullivan.

En tanto que Nanie tomaba la punta de su delantal, para atrapar una lágrima que le resbalaba por la mejilla. Después de todo, Caitlin había sido para Nanie una hija, y verla crecer y madurar de una manera tan tierna y conmovedora, le partía el corazón. Porque sabía que quien se llevaría el crédito de haber convertido a Caitlin en una obra maestra, no sería ella, sino la Sra. O'Reilly. Se consolaba, sin embargo, en que Caitlin la quería como a una madre y que, aunque no lo dijera a todos, era la autora de tal resultado.

--Lamento haber llegado un poco tarde. Mis primos se iban hoy, y con tanta prisa y subidas y bajadas, se me olvidó que era domingo—dijo Caitlin, jadeando como un perro que corrió una milla sin parar.

--No te preocupes, querida. Nosotros sabíamos que estarías ocupada y que quizá ni siquiera pudieras venir—le contestó la Sra. O'Sullivan, con aquella sonrisa suya, que te sacaba de toda duda de que no fueran sinceras sus palabras.

--¿Y romper una promesa? No, señor. Ni aunque mi tía fuera la reina Victoria, sería capaz de romper una promesa—declaró Caitlin, con tal afirmación en su tono, que Flynn se vio obligado a decir, mientras saltaba y lanzaba su gorra en el aire:

--¡Así se habla!—

--Y ahora marcharos si queréis estar aquí temprano, y no os ganéis una reprimenda—ordenó la buena señora, señalando cierta varita que estaba colgada en la pared por medio de una tira de cuero.

A Niall y Flynn les brillaron los ojos, e impacientados, casi empujan a Caitlin hacia el sendero que los llevaba a su destino. Caitlin accedió a tan apurada marcha, sabiendo bien para qué servía aquella varita. Aunque ella no hubiera tocado cosa parecida en su vida, sabía a la perfección cuál era su destino. Así, se encaminaron al Viejo Sauce, cantando Bonnie Galloway y con marcha militar, dirigida por el Teniente Niall.

Pasaron el resto de la tarde entretenidos en confesar cada quien sus travesuras, riéndose de sus propias acciones y de las de los demás. Nanie se ganó un premio (aunque sin saberlo hasta el día siguiente) por haber hecho de improviso y con las sobras del desayuno, un banquete sensacional. Y Niall, que era el glotón de la familia, declaró que prefería las comidas de Nanie que las de su propia madre. Cosa que hizo reír a todos, y hubo varios que se tuvieron que voltear a causa de atragantarse.

Así, y no con pocas tragedias absurdas, chistes y bromas, se terminó la merienda de ese día. Pareciera que las fiestas de navidad aún no hubieran acabado en aquellos paraderos, pero aún las fiestas más largas tiene su fin. A pesar de que se verían todos los siguientes domingos, todos sabían que ya no sería lo mismo y que la alegría de la navidad se iría apagando sin que ellos se dieran cuenta. De cualquier manera, la alegría no esfumaría por completo y serían aquellos ratos, bellos recuerdos para el futuro.

🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora