¡Porque salva soy!
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Al día siguiente de haber pasado con Lorcan un rato en La Colina del Roble, Caitlin no dejaba de pensar y pensar. Pensaba en todo aquello que había aprendido de los O'Sullivan, en cómo a pesar de todas las circunstancias, ellos habían permanecido en la fe y en cómo valoraban al Señor por sobre todo. Pensaba en la historia de Bevin O'Sullivan, que Lorcan se había dignado de contar, pensaba en qué se sentiría ser salvo por la sangre de Cristo, derramada en la cruz. Todo aquello y mucho más pasaban por su mente, y entonces lo decidió: aceptaba a Cristo como su único salvador.
Era libre de creer lo que quisiera creer, sus padre siempre habían dado esa libertad a sus hijos, y gracias a Dios ella podía descansar en que si llegaba a creer algo que sus padre no le inculcaron, no sería presionada. Tenía esa libertad, y ya que prácticamente nada se lo impedía, creyó... sí, es eso creyó. En la verdad que Dios estableció, "para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna" (Juan 3:16). Aquel era el versículo favorito de Caitlin, lo fue, lo era, y lo sería hasta el fin de sus días.
Habiendo decidido esto, Caitlin salió de su escondite (una esquina en la biblioteca) y corrió a casa de los O'Sullivan. La Sra. O'Sullivan estaba en la entrada de su casa, limpiando algunas calabazas, con ella estaba Flynn, Lorcan y Niall partían leña, y el Sr. O'Sullivan cantaba Bonnie Dundee mientras abonaba la tierra para la siguiente siembra.
Caitlin se acercó a la Sra. O'Sullivan, y esta debió adivinar que le iba a contar algo de importancia, porque le dijo, haciéndole un espacio en la butaca que estaba sentada:
--Anda, querida, cuéntame lo que ibas a contarme—
Caitlin se sentó, y contó todo. La Sra. O'Sullivan siempre la escuchaba atentamente, como con todo niño o ser viviente, pero aquella vez escuchaba con extremado deleite, extasiada de alegría. Conforme Caitlin hablaba, os ojos de la señora se humedecieron en lágrimas, y probablemente también lo hubieran hecho los de Caitlin, si no fuese que estaba demasiado excitada con las buenas noticias. Flynn solo veía a una, y luego a la otra, pero estaba igual de fascinado que su madre, no pudiendo creer lo que escuchaba.
Pronto todos los O'Sullivan se hallaban alrededor de Caitlin. Todos igual de contentos y recibiendo con verdadero gozo cada palabra de la muchachilla, pues aquella era una historia que guardarían consigo por el resto de sus días. Cuando Caitlin terminó de hablar, tomó aliento (ya que había hablado casi sin respirar) y embozó una sonrisa.
--¿Sabes? Hoy en el cielo hay fiesta y alegría, porque Dios ha recibido una hija nueva. Y con Él se alegran sus demás hijos, esperando que un día te puedan conocer—dijo el Sr. O'Sullivan.
--¿En serio?—preguntó Caitlin, asombrada de que se hiciera fiesta y medio mundo se alegrara por una simple chiquilla.
--Querida, mi esposo podrá ser todo lo malo que quieras, pero si algo sé, es que nunca hablará en broma de algo como esto—dijo la Sra. O'Sullivan.
--Es que no entiendo por qué tanto escándalo por algo tan sencillo—
--Verás, jovencita, te lo voy a explicar de la manera más sencilla. Si te perdieras un día, ¿qué crees que harían tus padres?—
--Me buscarían hasta el fin de su vida. Me buscarían aunque todos dijeran que nunca me encontrarán. Eso lo sé—
--Exacto. Ahora, suponiendo que te pierdes y luego se pierden todas tus hermanas y tú hermano. ¿Qué harán tus padres?—
--Lo mismo—
--Bien. Ahora supongamos que años después encuentran a algunas de sus hijas (ninguna de ellas eres tú). ¿Qué harán tus padres?—
--Se alegrarán... como no tienes idea—
--Así es: se alegrarán y le dirán a mundo entero que han encontrado a sus hijas, aunque al mundo no le interese. ¿No es cierto?—
--Sí—
--De acuerdo. Supongamos ahora que encuentran a todos los demás, menos a ti...
--Ellos se legrarán y harán lo mismo—contestó Caitlin, adivinando cuales eran las últimas palabras del Sr. O'Sullivan.
--Exacto, Caitlin. Ahora, años, muchísimos años después, te encuentran a ti. ¿Qué harán?—
--Llorarán de gozo y alegría... bueno, supongo. Lo mismo que con todos mis hermanos—
--Perfecto. Supongamos que en realidad ninguna de ustedes se perdió, sino que fueron robados y secuestrados (aunque eso es prácticamente lo mismo). Y que el hombre malo que los secuestró pide a cambio de liberarlos, todo el dinero y las tierras de tu padre. Ellos harían...
--Darían todo con tal de tener a sus hijos en sus manos—
--Eso mismo. Ahora, tu padre da todo para recuperar a sus hijos, pero ellos no tienen que volver, pueden hacer como les plazca: quedarse con el hombre malo, o ir de nuevo con sus padres. Tu padre ya pagó por la libertad de sus hijos, ellos ya tiene la libertad decir que sí, pero de ellos dependen. Y cada vez que uno dice que sí, ellos se van a alegrar porque han recuperado a uno más. ¿No es cierto?—
--Sí—
--Así como tus padres darían todo para recuperar a sus hijos, el Señor dio todo: su único hijo, para recuperar aquello que le pertenecía. El costo de la libertad ya estaba pagado, sus pertenencias solo tenían que decir que sí para entrar al reino de los cielos. Que es lo que acabas de hacer. Dios ha recuperado a una más de sus creaciones, ¿no crees que como tu padre tiene derecho a alegrarse y hacer fiesta?—
--Sí, señor. Ahora entiendo todo... lo dijo todo muy sencillo y fácil de entender, como dijo que haría, pero fue realmente largo—
--Sí, supongo que pude haberlo resumido todo a un párrafo—dijo el Sr. O'Sullivan, estallando a carcajadas.
Los demás se rieron también con ganas, pues una de las cosas más contagiosas en la tierra, es nada menos ni nada más que la risa. Caitlin se quedó un rato allí, a ayudar a la Sra. O'Sullivan con las calabazas, y aclarar algunas dudas que tenía sobre las cosas que decía la biblia. Después se fue, pero como ya era casi obscuro, Lorcan hizo lo que de costumbre: la acompañó.
Cuando estaban ya en la puerta de la casa de Caitlin, Lorcan dijo:
--¿Lo ves? Lo que suele parecer a los ojos del mundo una tragedia, es para Dios que puede contar para Su gloria—
--Tienes razón, fueron las vidas y as historias de tus hermanas las que me decidieron—
Lorcan sonrió, Caitlin igual, se dieron un apretón de manos y cada quien fue a donde le correspondía. Caitlin entró en la casa, y mientras se quitaba el abrigo, sintió que una paz, una seguridad y un amor inmenso la rodeaban y colmaban. ¿Aquello se sentía ser salvo? ¿Aquello era llevar La Verdad en el corazón? ¿Así era contar para Su gloria? No necesitaba contestarse, sabía perfectamente cuál era la respuesta: sí. Fue entonces cuando pudo pensar profundamente en lo que hacía decidido, y sus ojos se empañaron en lágrimas, porque bienaventurado aquel que llega ser tocado por Su gracia.
Entró en la biblioteca, sin importarle quien pudiera verla. Lloraba de alegría, y no le importaba si se topaba con la amarga Brianna, se sentía segura y confiada en algo mucho más fuerte que un muro de rocas. Pero no había ninguna Brianna en la biblioteca, únicamente estaba Erin escribiendo, quien al ver a Caitlin en medio de lágrimas pero con una sonrisa, quedó desconcertada y preguntó:
--¿Qué te sucede?—
--¡Es que estoy contenta, Erin! ¡Soy feliz! ¡Y nunca nadie podrá arrebatarme este gozo!—respondió Caitlin, sonriendo a más no poder, a pesar de que sus ojos solo mostraban lágrimas.
--¿Entonces por qué lloras?—
--¡Porque salva soy!—
Y entonces Caitlin contó su historia a Erin, sobre cómo había llegado a La Verdad y como lo que parece ser lo malo, resulta ser un milagro. Erin fue conmovida, y ese mismo día, cuando Caitlin terminó de hablar, creyó en Jesucristo como su salvador y lloró también de alegría, porque era salva.
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🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]
Historical FictionCaitlin es una niña irlandesa de doce años que solo desea un sola cosa: aprender a tocar el piano. Sin embargo, la antigua tradición de su familia se lo impide, y tendrá que luchar contra viento y marea por decidir entre una cosa o la otra: serle fi...