CAPÍTULO X

1 1 0
                                    

El médico en casa

____________

El invierno se había ido tan rápido como placentero, con sus alegrías y sus penas, sus días alegres y tristes. Eso sí, se había llevado consigo el frío. La primera llevaba ya en aquellos paraderos un tiempo (la mitad de la primavera para ser exactos), cuando un domingo Caitlin regresaba de su acostumbrada merienda con los O'Sullivan. Iba contenta, moviendo su canasta en el aire, el viento movía sus cabellos rojizos, una radiante sonrisa adornaba su rostro, respiraba hondo, aspirando toda fragancia flotante en el aire, caminaba con paso alegre y decidido. Estaba alegre. Como una alondra al despuntar el alba, se dirigía a su casa.

Ese día regresaba bastante temprano, ya que había dicho en casa de los O'Sullivan que tenía muchas cosas que hacer o se metería por propia voluntad en problemas. La Sra. O'Sullivan le dijo entonces que si había hecho un compromiso consigo misma y que si se había prometido cumplirlo, debía actuar conforme a sus palabras y no quedarse en las palabras y solo en las palabras. Regresaba pues a su casa, a las dos de la tarde, cuando a diez metros de la puerta de la biblioteca, divisó al doctor que llegaba a su casa y se metía por la entrada principal. Al mismo tiempo, Nanie salía por la puerta por la que se proponía entrar.

--Caitlin, será mejor que te des media vuelta y regreses a casa de los O'Sullivan—le dijo Nanie.

--Pero yo quiero saber qué pasa. ¿Qué sucede, Nanie? Por favor, no me digas que me vaya—suplicó Caitlin.

--No, Caitlin. Tu padre ha ordenado que no te dejemos entrar hasta que te hablemos. Regreso con tus amigos y cuando puedas venir yo iré a hablarte. Y si las circunstancias me lo permiten, te prometo que te diré todo en el camino de regreso—

Caitlin no tenía opción. Debía hacer lo que Nanie le mandaba, lo deseara o no. Dio media vuelta, y regresó a casa de los O'Sullivan. Había regresado a su casa, después de una espléndida excursión más allá de Viejo Sauce, alegre y contenta. Ahora salía de ella con el corazón oprimido y preocupado.

Cuando llegó a casa de los O'Sullivan, los niños estaban jugando afuera, le preguntaron por qué volvía, y ella se limitó a sentarse en la banquita de afuera y suspirar mientras decía:

--No sé. Únicamente sé que el médico entraba a mi casa cuando yo estaba casi adentro y que Nanie me ordenó que regresara aquí por órdenes de mi padre. Fuera de eso, no sé nada—

Todos comprendieron que algo no andaba bien. Lorcan tuvo entonces la delicadeza de decir en voz baja a Órlaith que llamara a su madre, pero que antes le dijera lo que había pasado. Órlaith obedeció, y cuando la Sra. O'Sullivan se enteró de que Caitlin estaba afligida y que se encontraba en su propio patio, dejó al instante su bordado preciado y fue en busca de Caitlin.

La halló sentada donde Órlaith la había dejado, preguntando a los chicos qué era lo que hacían antes de que ella llegara. Caitlin trataba de alegrarse y pensar en otra cosa, pero no conseguía más que sonreír tristemente.

--¿Qué te ha pasado, querida? No estabais así cuando os fuisteis—preguntó la Sra. O'Sullivan.

Entonces Caitlin contó todo lo que había pasado. La Sra. O'Sullivan y sus hijos escucharon atentamente y sin interrumpir. Al final de su relato, Caitlin casi se echaba a llorar, pero la Sra. O'Sullivan la consoló y le dijo que no pensase en eso, y que si tanto le era imposible, entonces que le ayudase a hacer pastel de manzana. Caitlin aceptó, pues además que el pastel de manzana era de sus favoritos, no tenía nada mejor que hacer y aquello y distraería de pensamientos preocupados. Así que se pusieron a hacer el pastel, y pronto, con la ayuda de todos, estuvo listo.

🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora