CAPÍTULO XVIII

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Cristo es el consuelo

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Órlaith estaba allí, recostada en su camita blanca, con una sonrisa, sus cabellos rubios brillando en la almohada al ser tocados sutil y tiernamente por el sol, como queriendo decirle "Duerme, pequeña mía, que ya no sufrirás más. El dolor se fue y ahora gozas de completa paz".

Sí, aquella niñita, llamada tiernamente Órlaith, se había ido de la tierra durante la noche, mientras las estrellas que tanto le gustaban la saludaban por su ventana. Ahora estaba en lugar mucho mejor, en una paz completa, llena de gozo y gozaba de una salud eterna, que ya no le permitiría sufrimiento alguno. Ella ya no sufría, pero las personas que tanto la querían, lloraban su ausencia de espíritu. No querían separarse de su cuerpecito angelical, pero debían hacerlo, con el corazón contento y confiados en que la personita que tanto querían, ya no sufría.

En la planta baja, la Sra. O'Sullivan estaba sentada en su mecedora, Flynn dormía acurrucado un una butaca, Niall tallaba enfáticamente un palito, sin propósito alguno. Lorcan estaba sentado en el borde de la mesa, como solía hacer, mientras contemplaba en fuego. Y el Sr. O'Sullivan suspiraba cada cinco minutos, sentado junto a la chimenea, moviendo de vez en cuando las brasas para que no se apagaran por completo.

En ese momento, Caitlin entró vestida de negro, el mismo vestido que había usado cuatro días antes, en el triste funeral. ¡Cuántas veces había visto aquella escena! ¡Y sin embargo, ahora faltaba alguien y todo había perdido su alegría! ¡Ahora ya todo se veía triste, sin vida y en completa ausencia de consuelo! Sin saber qué hacer exactamente, Caitlin se apresuró a tomar un banquito (inconscientemente había tomado el banquito de Órlaith) y sentarse en él al lado izquierdo de la Sra. O'Sullivan. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y una sonrisa aparecía en su rostro. Ya que sus padres le habían aconsejado que no visitara a sus amigos hasta haber pasado unos días, y solo habían pasado tres días, cuando a pobre niña no aguantó más y corrió hasta la Cabaña del Este. Su sonrisa era la alegría que mostraba de volver a verlos, y sus lágrimas, la tristeza y el desconsuelo que oprimía todo lo demás.

--He venido hoy porque no me era posible seguir apartada de ustedes. Espero no haber sido desconsiderada y descortés—dijo luego, tomando las manos temblorosas entre las suyas. A lo que la señora contestó con una sonrisa y las palabras tan reconfortantes que llegaron a los oídos de Caitlin:

--No, querida, en nada has sido descortés ni desconsiderada. Hace unos momentos pensaba en ti y que debería yo ir a visitarte. Pero ahora estás aquí, y te pido que vengas tan seguido como antes. Tu ausencia solo es un pesar más—

--En ese caso, vendré todos los días que pueda. Ya que mi madre quiere mi presencia últimamente—

--Haces bien. No rompes los deseos de tu madre, y te preocupas a la vez por los demás, sin provocar desilusiones—

--¡Oh! Si tan solo supiera cuanto he sufrido esta semana. Mis padres dijeron que me mantuviera alejada hasta que ustedes me dieran señas de que deseaban mi presencia. Pero a pesar de que no dije nada a nadie, ha sido terrible. ¿Qué puede ser de consuelo en momentos como este?—

Cuando Caitlin entró, todos habían seguido como estaban, como si ella no hubiera entrado. Pero cuando tomó el banquito para sentarse, todos dejaron escapar un silencioso suspiro y se dijeron a sí mismos "¡ese era su banquito!". Ahora la miraban atentamente, pensando que era todo un honor para ella sentarse allí, porque ciertamente nadie se había atrevido a verlo y mucho menos sentarse allí. Y cuando preguntó cuál era el consuelo, comprendieron que sufría tanto como ellos, y se conmovieron.

--Cristo es el consuelo. En muchos aspectos y en todos. Es un consuelo, porque sabemos que gracias a su sacrificio en la cruz, algún día veremos de nuevo a Órlaith. Aunque eso nos pueda parecer muy lejano. Es consuelo, porque brinda paz a nuestros corazones. Es nuestro consuelo, porque sabemos que aunque el mundo y sus maldades nos puedan quitar todo, Él jamás nos abandonará ni desamparará. La muerte es como una semilla de mostaza. En realidad no es lo más valioso que te pueden quitar, más valiosa en la verdad y el Señor. Lo importante no es la muerte, sino a donde irás después de ésta—

🎹 Un Piano de Quince Años | © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora