(1.4)

279 52 14
                                    

Las rejas de aquella modesta secundaria yacían abiertas de par en par, adornadas por un poco de óxido que, curiosamente, le daba un aire solemne a la institución. Los jovencitos eran libres finalmente, tras un agotador día estudiantil. En el patio, apenas había un par de jardineras esparcidas aquí y allá; casi todo el suelo era hormigón, en decorativos patrones rectangulares que a Choi Beomgyu siempre le hacían pensar en los caminos entre el pasto del parque municipal. Al fondo, había unos pocos cajones de estacionamiento señalados en el suelo con pintura blanca, y algunos estaban ocupados por autos de profesores, pues los chicos, por lo general, aún no sabían conducir.

En contraste, las barandas de acero inoxidable al costado se hallaban llenas, al menos a simple vista. Un ejército de bicicletas se alzaba imponente, en posición de "firmes". Eran alrededor de cinco docenas, quizá un poco menos. La mayoría de los estudiantes iban y venían de la escuela a pie, pero los pocos que llevaban bici siempre conseguían alcanzar un espacio ahí, sin importar qué tan saturado pareciera.

Beomgyu quitaba el candado a su propia bicicleta, para poder retirarla de la baranda, cuando una voz inquietantemente familiar llamó a su nombre.

Hey... Beomgyu...

Extrañado, el chico popular detuvo sus movimientos cuando vio a nada más y nada menos que Choi Yeonjun caminando hasta él.

¿Qué querría? ¿Acaso le reclamaría, lo amenazaría, o simplemente lo insultaría una vez más antes de retirarse? Beomgyu no estaba asustado, pero se sentía nervioso. No sabía qué esperar.

Él mismo pensaba que lo mejor era mantener la distancia un tiempo, pues los gritos estaban demasiado recientes y no convenía acercarse al renegado si este seguía alterado.

─ Yeonjun ─ Beomgyu decidió tomar aire y atender al llamado. Confiaba en que Yeonjun no se pusiera violento, pues nunca lo había sido. Beomgyu podría manejarlo si solo se trataba de hablar─. ¿Qué pasa?

El rebelde intentó sonreír, pero en su rostro solo se dibujó una pequeña mueca que mostró sus dientes de manera rectangular.

─ Yo... ─carraspeó─ Me preguntaba si podríamos irnos juntos. Ya sabes, tenemos que pasar por las misas tres calles.

─ Oh ─esa proposición le resultó inesperada. Beomgyu, por un brevísimo momento, temió que el renegado quisiera "vengarse". Pero descartó esa idea de inmediato y volvió a repetirse que no había razones para temer de él─ Claro. Vámonos juntos.

Las calles eran iluminadas por el sol de la tarde y las personas, en su mayoría estudiantes, caminaban radiantes sin prisa ni pereza. Era un buen día, ese hecho se podía sentir con los pulmones, con la piel.

Beomgyu veía pasar a los peatones mientras admiraba la belleza del paisaje semiurbano. En Estrellazul parecía ser verano todos los días, aunque casi nunca llegaban turistas a visitar la costa. No existían los edificios altos ni el sonido atosigante de tráfico automovilístico; en cambio, podían escucharse y verse las gaviotas, volando por el cielo. Choi Beomgyu no había nacido en esa ciudad, pero su padre sí. Su familia se estableció ahí cuando él tenía cinco años.

Desde que recuerda, asocia Estrellazul con sus más bellas fantasías infantiles; con tranquilidad, con magia, con la frescura de un calor perpetuo. Una especie de paraíso pequeñito, escondido entre sueños y mar.

En ese momento, no estaban cerca de la playa, pero la brisa del océano parecía llegar hasta ellos, el aire caliente sintiéndose húmedo de una forma agradable.

Con mochila en la espalda, Beomgyu empujaba la bicicleta a su costado izquierdo, sosteniéndola del manubrio por ambas manos. Ya que había aceptado caminar junto a Yeonjun tendría que llevarla de aquella forma hasta su hogar.

🐱 LO$ER = 🐶 LO♡ER [YEONGYU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora