Pasaron varias clases y finalmente la hora del almuerzo llegó. Yeonjun estaba recostado en el bode de una jardinera de concreto, con las manos detrás de la cabeza y una pierna flexionada. El sol le daba en la cara parcialmente, pero tenía los ojos cerrados; así podía escuchar con mayor nitidez el alboroto de los estudiantes en el patio.
Extrañamente, no tenía ánimos ni siquiera para ponerse sus amados auriculares. En su cabeza permanecían la frustración, el enojo, y el miedo.
Estaba teniendo verdaderamnente mucho miedo del porvenir.
Pensar en el futuro siempre lo estresaba, pero era peor cuando todo parecía acomodarse en su contra, ¿acaso no era inevitable ser pesimista en una situación así?
Si reprobaba y lo echaban de la escuela, no podría continuar estudiando. Sin el certificado de secundaria no habría bachillerato y mucho menos universidad. Yeonjun se sentía reverendamente estúpido, pues los que fueron sus compañeros de generación antes de atrasarse, es decir, los jóvenes de su edad, ya debían estar presisamente pensando qué carrera escoger y haciendo los trámites pertinentes para conseguir todas sus metas soñadas.
Él, en cambio, seguía estancado.
Sus viejos amigos probablemente estarían ansiosos por el examen universitario; que era, sin duda, infinitamente más dificil que un estúpido examen de física para niños, como el que Yeonjun acababa de reprobar. ¿Qué pensarían ellos si lo vieran?
Le daba vergüenza incluso imaginarlo.
Pero imaginar a sus antiguos compañeros era lo de menos. Era mucho peor cuando Yeonjun imaginaba su propia vida, su destino tras ser expulsado.
Era consciente de que en su casa estaban atravesando una etapa dificil, no solo en el aspecto de la convivencia, sino también económicamente. Sus padres no tendrían dinero suficiente para pagarle la colegiatura en una nueva secundaria. El regaño colosal que recibiría ni siquiera lo angustiaba tanto. Su verdadera preocupación era que, en esa situación, lo más conveniente para su familia sería que Yeonjun buscara un empleo lo antes posible.
Sin estudios, ¿quién lo contrataría?, ¿de qué? Seguro serían cosas malpagadas y humillantes; cualquier persona que quisiera darle trabajo lo trataría como a un vago por haber dejado la escuela tan joven. Y sería visto así toda la vida. Tendría que renunciar a cualquier otro sueño o meta mayor. ¿Qué clase de ejemplo sería ese para Yeji?
Ella, su hermanita, estaría muy decepcionada; y ya no le daría besitos, ni abrasos, ni galletas Oreo mordisqueadas. Yeonjun dejaría de ser su heroe, su querido Yun-Yun. La perdería. Entonces Yeonjun se quedaría sin apoyo en el mundo, porque nadie más lo motivaría en su fantasía disparatada de algún día convertirse en artista.
La pequeña monstruita, única admiradora de su música, no querría escucharlo nunca más. Se quedaría sin motivos para tocar la guitarra, sin motivos para cantar y para componer canciones. Se quedaría solo, completamente solo. Porque hasta en su propia familia sería considerado una basura, un fracasado, un perdedor.
Un renegado.
Yeonjun se talló los ojos bruscamente intentando mitigar el ardor que sintió en ellos. Suspiró una y otra vez, queriendo despejar su cabeza de aquella bruma de pensamientos deprimentes.
No había entrado a ninguna clase después de abandonar física.
Sabía que saltarse las horas de estudio no le convenía, pero estaba realmente furioso y en ese humor sería peligrosamente fácil explotar con cualquier otro maestro. Ya no quería más problemas, había tenido suficientes por ese día, o mejor dicho, "por ese día de mierda", como solían ser todos los días en la vida de Choi Yeonjun.
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🐱 LO$ER = 🐶 LO♡ER [YEONGYU]
Fiksi PenggemarYeonjun era un perdedor, un rebelde, un renegado. Beomgyu era el típico adolescente "perfecto" y popular. Ambos chicos, dos polos opuestos, solían ser conocidos como grandes rivales y enemigos. Siempre estaban peleando, justo como un gato y un pe...