(4.4)

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Ceros.

─ ¿Es un puta broma? ─masculló para sí mismo el chico rebelde, mientras sacaba la tarjeta de la ranura y la volvía a insertar.

Tecleó, una vez más, la función de «retirar efectivo», introduciendo una cantidad cualquiera, y esperó un par de segundos.

«Saldo insuficiente».

Los ceros aparecieron en la pantalla nuevamente; no se trataba de un error. La cuenta de su padre estaba auténticamente en ceros, vacía. No quedaba un solo centavo.

─ ¡Maldición!

Yeonjun golpeó el cajero electrónico, frustrado. El estómago se le cerró como si sus intestinos se hubieran enredado en un apretado nudo y tuvo de pronto muchas ganas de vomitar.

En su arrebato de rebeldía, en el que había robado el auto familiar, decidió arriesgarse un poco más y robar también un poco de dinero: quizá se compraría ropa o alguna chatarra para comer, incluso pensó en ir al supermercado para llevarle a Yeji galletas de las que tanto le gustaban.

No importaba realmente en qué usaría el dinero, el simple objetivo sería gastar para fastidiar a sus padres y aprovechar, de paso, para estar lejos de casa en lo que a su madre se le pasaba la neurosis.

La tarjeta del banco estaba en la guantera del auto, a su completa disposición. Yeonjun había tenido la maquiavélica idea de robar inmediatamente luego de haberla visto, aún con los nervios a flor de piel, las lágrimas contenidas y el cuerpo temblando.

Quería desquitarse, vengarse. Hacer algo, lo que fuera.

Pero aunque en escencia era un plan muy simple, iba a resultar imposible llevarlo a cabo: pues la cuenta bancaria estaba vacía, no había nada que robar. Su familia estaba en bancarrota, al parecer.

Yeonjun no entendía cómo, pero lo más probable era que su padre se hubiera gastado lo que quedaba de los ahorros en alcohol. O quién sabe, quizá hasta había tenido el cinismo de apostarlo y perderlo todo.

Yeonjun se podía esperar cualquier cosa de su familia, porque consideraba que eran un asco, una pésima familia; él incluído. Y ahora, además de ser malhablados, histéricos, gruñones, desapegados, poco cariñosos, "viciosos" y violentos, también estaban sin dinero.

Pobres ya eran, claramente, pero estar en quiebra total era otro nivel. ¡Era el colmo!

Sin dinero, todos estaban atrapados juntos. Eran prisioneros de sus propias carencias. Estaban limitados, estancados, enjaulados, condenados a sobrevivir bajo el mismo techo en una guerra eterna contra ellos mismos.

Fue ahí que Yeonjun comprendió: La única razón por la que su madre aún no se divorciaba, debía ser la falta de dinero. Tenía sentido, después de todo, su salario de mesera era insuficiente como para compar o alquilar un nuevo alojamiento ella sola.

Luego estaba él mismo, Yeonjun, que también anhelaba la libertad, que estaba dispuesto a salir huyendo a la primera oportunidad que se presentara, si tan solo tuviera dinero.

Con dinero, Yeonjun podría irse muy lejos y llevarse a Yeji. Podría dedicarse a cumplir su sueño, intentar vivir de la música.

El chico renegado estaba convencido de que tenía talento ─aunque ya no tuviera tiempo de practicar─ y le frustraba mucho saber que iba a quedarse en las sombras, porque no tenía dinero ni contactos para entrar a una disquera.

🐱 LO$ER = 🐶 LO♡ER [YEONGYU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora