algodones

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La leche de algodones suele regalarse en el cortejo —de cualquier especie, el significado es universal—cuando se va enserio. Curiosamente, casi no se fabrica ésta misma. Las recetas en sí varían, pero el sabor suele ser dulzón, tierno, se bebe tibio.

Cuando Katsuki estaba buscando qué seguía, o, más bien, qué podría dar para hacerle saber al pecoso su sentir, los algodones calzaron perfectamente para la ocasión. Algo suave y puro.

En ésta ocasión, lo hizo él mismo. Tuvo problemas, por el dulzor, la consistencia cremosa no quedaba, el sabor era muy concentrado etc. De cualquier forma, pudo hacerlo.

Y, como ya había dicho, todos los días le daba dulces al hámster, que día con día parecía más acostumbrado a la presencia del depredador. Era algo curioso de ver para los demás en la escuela. Pero lindo de cualquier forma.

Denki seguía cubriendo con su aroma al hámstercito, ya que el mismo se lo pidió, para sentirse más seguro.

Izuku solía usar faldas seguido, la razón era bastante simple: le gustaban. Fin.
Así que también usaba mucho sudaderas grandes, eran sus outfits por defecto. Y ésto al león le encantaba, ya que como el hámster tenía una silueta regordeta, las faldas le quedaban preciosas.

Como dijo anteriormente, parecía ser que Izuku le estaba dando un voto de confianza a Katsuki, ya no castañeaba los dientes tan fuerte, solo lo miraba acercarse en su ya acostumbrada postura de sumisión, con las manitas sudorosas y los ojos brillosos. Le estaba empezando a parecer lindo el depredador.

La confianza es una de las partes más importantes en un cortejo, y más en uno donde existía una brecha entre especies. Una brecha muuy grande. Por lo que, cuando Katsuki notó el comportamiento menos nervioso de Izuku, decidió hacerle la famosa leche de algodones.

Aquel día se lo pasó desde la primer hora con una sonrisa escalofriante en el rostro, estaba muy feliz: esperando la hora del recreo.

Y, cuando por fin llegó la tan ansiada hora, casi a brincos el depredador fue a su lugar de encuentro con el hámster, que sí, que iban en el mismo salón, pero al parecer a Izuku le gustaba la tranquilidad, no le gustaba que le diera sus muestras de cortejo frente a tantas personas, por lo que los tres –sip, Denki no se le despegaba– se reunían en el patio oeste, el más olvidado. Pero que se mantenía limpio gracias a las presas que rondaban por ahí.

Los encontró a ambos en la banca vieja de siempre. Izuku parecía estar mascando algo mientras escuchaba con atención al pollito, pero no se metía nada a la boca.

Serán dulces, como siempre.

Cuando Izuku olió las feromonas tranquilas del león, se puso tímido. Le estaban empezando a gustar aquellas fuertes feromonas dulces y picantes, como una picafresa.

Sus mejillas pecosas, enrojecieron al ver la pose de sumisión. Denki lo vió, y le pareció adorable. Le gustaría un poco no hacer mal tercio, pero su presencia ahí era necesaria para que su hámster bebé no tuviera un ataque de pánico.

Katsuki, con una sonrisita de suficiencia, se acercó bastante a la presa. Quedando a centímetros de sus pantorrillas desnudas. Tenía un termo grande, de litro y medio más o menos, de color morado claro. Ahí reposaba la leche de algodones.

Miró hacia arriba, encontrándose con la carita sonrojada del hámster, que con mucha pena trataba de mirarlo a los ojos, arrugando la nariz. Era bonito, muy bonito.

Le puso el termo en los muslos, sobre la tela de su falda rosita. Ésa era la falda favorita del león.
Izuku se puso aún más tímido, al ver que, junto al termo, le empujaba un bento. Lo tomó con curiosidad, primero abrió el bento, encontrando bocadillos dulces de girasoles, significaban algo tan bonito que se le llenaron los ojitos de lágrimas.

¡Katsuki le daba regalos de su especie, investigaba qué significaban y...¡le gustaba, mucho mucho mucho!

El león se asustó un poco al ver los ojos llorosos del hámster, pero se le pasó al ver la ligera sonrisa que dejaba ver sus dientitos delanteros. Miró con curiosidad al pollo de al lado, y este le sonrió con confianza. Bien, éso era una buena señal. Siguió hincado frente al más pequeño en contextura, esperando su reacción al ver la lechita de algodón.

Cuando Izuku abrió el termo para oler el contenido, no supo cómo reaccionar. Una sola vez en su vida había olido tal sabor de leche, una que sus abuelos se dieron en su aniversario 40. Pero... ¡¿Realmente le estaba regalando leche de algodones?!  Se quiso poner a lloriquear ahí mismo mientras le enseñaba la pancita al león, de nuevo.

Katsuki sonrió aún más, enseñando sus colmillos.
Era la hora.

Izukullamó suavemente con su voz de barítono. El bebé hámster lo miró con un puchero en su rostro mientras seguía oliendo fascinado la leche de algodón. No iba a soltar por nada del mundo ése termo. Ahora era suyo.

“Tú... Sabes muy bien que mi intención para tí es que me permitas empezar a cortejarte, ¿cierto?”

Izuku asintió un par de veces, sin vocalizar nada, le daba pena.

“Bien. Entonces, ¿Crees que me tienes la confianza suficiente para permitirme cortejarte como es debido?”

No hacía falta decir un "si no lo crees no te preocupes, seguiré trabajando en ello" puesto que los cambiaformas pequeños solían ser bastante más abiertos y honestos con respecto al cortejo.

Izuku se sonrojó más, pero apretó el termo entre sus manitas con uñas bien cuidadas. Trató de darle una sonrisa al león, y asintió. Quería intentarlo, ya le había quedado claro que su primera impresión con el depredador fue errónea, y no importó, puesto que lo conoció un poco más para rematar en gustarle aquella personalidad, aún le daba algo de nervios verlo en educación física apaleando a todos, o la gran mayoría, de depredadores de su salón.

Katsuki parecía bailar de la emoción con solo mirar sus ojos rojizos.

Le hizo una reverencia profunda al hámster, que se sonrojo incluso más.

“Muchas gracias por permitirme ésto, Izu-chan. Espero que al finalizar ésto me aceptes.”

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hámster || katsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora