chicle y pega

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A Katsuki le pareció buena idea regalarle algo extra al hámster. Todos los días, en las clases, observaba cómo el pecoso mascaba algún dulce de sus rechonchos bolsillos. Ahora que lo piensa... Nunca había mirado a la presa sin comida en las mejillas.

Lo platicó un rato con sus leonas, Hatsume fue la que insinuó algo que, si lo pensaba un poco, tenía sentido. “Es ansiedad” le dijo. Y él estuvo de acuerdo en parte, sumando la retraída personalidad del pecoso junto a algunos hábitos o mañas que tenía, más el  hecho de que era un hámster, era algo obvio.

Aquel día, decidió aceptar la ayuda de su leona más pequeña, Uraraka Ochako, era apenas una cachorra al lado de los demás, pero ella se había encaprichado en estar en el harem del rubio, y lo consiguió con mucho esfuerzo. Ahora Katsuki –y todas– la cuidaban mucho. La leona había propuesto hacerle gomas de mascar al hámster, de palabras de ella aquello podría ayudarle a controlar su ansiedad.

Con muchos problemas lograron terminar una barra decente de chicle con olor a moras. Ochako refunfuño un poco, mandando todo al diablo. Ella quería hacer su debut al hámster mandándole algo grandioso, no aquella aberración según sus palabras.

Las leonas son naturalmente celosas con su alfa, pero en ella aún no despiertan esos instintos. ¡Aparte, era un hámster! ¡¿Qué más adorable que éso?!

Incluso las más grandes del harem estaban emocionadas, ya que éste, si aceptaba, sería la pareja del alfa. ¡Una manada con un macho extra era, por obviedad,¡superior!!

Katsuki solo se rió, a él le gustó el resultado
y así se lo llevaría al hámstercito, envuelto en algo bonito claro.

Cuando llegó a su aula Izuku aún no llegaba, lo cual no era extraño, la presa solía llegar justo a tiempo a la clase.

Todo pasó normal, mientras esperaba con ansias la hora del receso, para entregar su obsequio extra, obvio. No tenía nada que ver con ver a el hámster.

El mismo proceso de siempre, Katsuki llegando al lado de las dos presas. Día a día se acostumbraba más a la eterna presencia del pollo. Ya no le molestaba tanto. Y, había oído, Kirishima quería integrarlo a su manada, pero esa era otra historia.

Cuando llegó, repitió el mismo proceso de siempre. Ahora llevando consigo una sonrisa de suficiencia en sus labios pálidos. Katsuki era muy quisquilloso con lo que daría y cómo se presentaría.

Al ponerse de rodillas frente a su presa, Izuku le sonrió un poco con los ojitos chinitos y un suave sonrojo en sus pecosas mejillas, un poco menos nervioso que de costumbre.

Katsuki empezó a hablarle entonces, en voz baja y grave, natural siendo un león, como un suave murmullo.

“Una de mis leonas me ayudó a hacerte ésto. Es un regalo, ella se llama Ochako. Le encanta que hable de tí, está muy emocionada de conocerte. De hecho, todas lo están.”

Denki bebía con tranquilidad de su termo, aunque un poco apartado de su lugar especial vió a Kirishima bajo un árbol, junto a otro león rubio con curiosos mechones negros. Volvió la mirada a su bebé, le tocó la rodilla con suavidad, haciendo que despegara sus ojitos brillosos del león y lo viera. Solo le hizo una seña suave, apuntando a Kirishima, el hamstercito asintió en comprensión y dirigió de nuevo su atención para con el león.

Denki se paró y los dejó solos unos momentos, sin irse muy lejos.

Izuku realmente estaba extasiado, ¡Era emocionante saber sobre las leonas de Kacchan! (Un apodo que le puso en sus pensamientos). Prestaba atención a todo lo que el león decía; era curioso ver que las leonas parecían contentas con su presencia lejana. Aunque le hacían castañar los dientitos el solo hecho de pensar en conocerlas...

Pronto, sintió en sus muslos un suave paquete afelpado, lo palpó con curiosidad, viendo al león entre sus gruesas pestañas. Katsuki le instó a abrirlo con una ademán suave.

Apenas abrirlo sintió el golpe del olor a moras marcar territorio. Era un detalle lindo, se sonrojó bastante.

“Tal vez te ayude a que tus dulces te duren más, eh. Aunque igual no lo digo por algo malo, ah. ” Katsuki se estaba poniendo nervioso ¡Y ni siquiera sabía por qué!

Pero entonces pensó en el cuerpo regordete del hámster, con sus suaves curvas y la grasita correcta en los lugares correctos. Aquel cuerpito era así por el hecho de ser un hámster y que en general su alimentación así lo tenía acostumbrado. Y maldita sea, ¡Aquellas faldas eran su perdición!

Izuku se sonrojó un poquito más al escuchar tartamudear al león. Era tan guapo. ¡Y lo estaba cortejando! ¡A ÉL! ojalá y su proceso termine exitosamente, porque cada día que pasaba, le daba un trocito más de su confianza al depredador.








hámster || katsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora