pistachos

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El drama con Todoroki realmente no fue a ninguna parte ya, ambos lo superaron y ahí quedó. Sin embargo, al parecer la estúpida serpiente se sentía con el derecho de ver a su hámster. Que no se hiciera la desentendida.

La vió wachando al hámster mientras éste se levantó, meneando con suavidad sus caderas a entregarle un trabajo en escrito a su maestro. Y es que aquella falda morada era adictiva de ver, sinceramente. ¡Pero no, él era un bebé aún! Compórtate, Katsuki.

No diría nada, pero incluso le vió pasándole algunos pistachos a Izuku de forma tímida entre que venía cada maestro. Aún no había conseguido que dejaran a Izuku rodeado de puras presas. “Orden es orden, Joven Bakugou” malditos.

Sin embargo, la barra de chicle había surtido efecto, y con continuidad se había dado cuenta de que Izuku mascaba pequeños trozos con un sonrojo tímido en sus cachetes. Y él simplemente sonreía altanero. Justo ahora tenía ganas de golpear a Kirishima, pero el muy cerdo se había ido a la esquina a charlar con el pollo. Traidor, y él que no podía acercarse al hámster.

Aquel día le había regalado unos chocolates de almendras. Los compró en una tienda artesanal, e Izuku parecía querer brincar al recibir el regalo. Pero lo que hizo fue mucho mejor que saltar; le dió un suave roce en la mejilla con su propio cachete. Casi como si quisiera impregnarlo. Así se empezaba, con suaves roces. ¡Y Katsuki quería morirse ahí mismo de la felicidad!

Ése fue un avance enorme con respecto al bebé, de vez en cuando iban el pollito y él a verlos en el entrenamiento de Toyomitsu. Que, maldito toro, aquello era un reverendo infierno. Pero compensaba ver las mejillas aún más rojitas del hámster, junto a los murmullos que Denki le hacía, y que visiblemente lo ponían más nervioso.

Aún no podía sacarse el maldito pistache de la cabeza, ¿Y si ése era su dulce favorito? Podría preguntarle... El maestro ya se había demorado quince minutos, así que técnicamente era hora libre.

Al diablo, su presa estaba sola en el rincón y él quería atención. Nunca lo mencionen.

Se levantó con paso pesado hacia la esquina de Izuku, que le vió al momento que se dirigió para allá. Con timidez le enseñó un poco sus dientitos frontales, pensando con ingenuidad que simplemente se habían encontrado sus miradas por casualidad.

Aquello Katsuki lo tomó como un «si» y se acercó, lento. Izuku apretó sus puñitos con un poco de nervios. Bajó la mirada, aquel carmín le perforaba la existencia.

Como todos estaban regados por el salón, Izuku estaba casi solo en el rincón, la estúpida pitón era la única que lo acompañaba. Se sentó en un banco frente a Izuku, de cara a él, con las piernas abiertas.

No dijo nada, tampoco era necesario, simplemente se daban miraditas. El león decidió recostar lentamente el rostro sobre la mesa del hámster, con cautela. A cualquier chillido se quitaría. No pasó.

Izuku estaba algo acalorado, el pelaje de Katsuki estaba casi en su pancita, por algunos centímetros y podría acariciarlo, pero no. Le daba pena. Antes de que llegara Katsuki estaba dibujando algo en su cuadernillo personal, solo hizo a un lado la libreta para que el depredador se acomoda con gusto. Dibujaba un girasol rodeado de dientes de león.

Katsuki parecía dormitar en el lugar, con el suave aroma natural de Izuku casi en su paladar. Tan suave. ¡Hasta se le olvidó porqué se acercó en primer lugar!

Entonces, Mina, una estrella de mar súper hiperactiva, chifló con ahínco en su dirección, antes de gritar, sin malicia;

“¡EH, BAKUGOU, QUE NO PIERDES EL TIEMPO, PILLÍN!” Algunos alumnos de otros grupos que se metieron al salón a bobear, le siguieron al griterío, echando carrilla al león, que simplemente resopló, eran obvias sus intenciones, pensó.

Sin embargo, Izuku estaba petrificado. No le gustaban aquellos ruidos de gente burlándose a costa de él. Chilló bajito, llamando la atención de los dos depredadores, aunque solo estaba llamando al rubio.

Pronto, y sin poder controlar sus instintos más bajos, pegó un chillido fuerte que calló las risitas que seguían, el niño desapareció entre el suave atuendo que llevaba, apareciendo así un hámster grisáceo que Katsuki se apuró en tomar entre sus almohadillas  con suavidad, retrayendo las ligeras garras, buscaba a Denki con la mirada, que ya estaba en camino. El hámster no dejaba de soltar lloriqueos y de restregarse contra Katsuki, chillando y rascando con sus uñas la suave palma acolchada.

“Trae su ropa, vamos a la enfermería.” Murmuró Denki, viendo con odio al grupito de Ashido que ahora miraba con incertidumbre la situación.









hámster || katsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora