XIII. El barco de los sueños

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01:40 A.M.

You confuse the flares for fireworks

Now you're headed for an iceberg

That's just love, lovе, that's just love

Frente a la desgracia pasando frente a sus ojos y los gritos alarmados de los pasajeros, Alexander solo pudo ver el cuerpo de su amigo caer en las aguas congeladas del Atlántico. El mismo traicionero mar del que le había advertido a Jack cuando colgaba de la popa. Seguro el frío le llegó hasta la médula antes de pasar por los huesos. O tal vez, el golpe fantasmal contra las olas lo habían dormido de inmediato. Alexander rogó en silencio para que no hubiera tragado agua. Y agradeció a quien sea que le había dado el chaleco salvavidas a Hércules.

Pero se guardó aquello para sí.

Hasta que escuchó la zambullida que lo sacó del ensueño.

Los gritos de las personas se nublaron en sus tímpanos, conectó por unos segundos la vista del cuerpo siendo llevado en dirección al bote salvavidas de los Laurens.

Parado en el tan frágil piso de madera, Alexander solo pudo pensar en desprenderse de su ancla, para que así cuando llegara el momento, pudiera ser capaz de flotar. Y así fue como mientras observaba al marqués nadando solo con un brazo para sacar a su amigo de las gélidas aguas del Atlántico; miró a Jack a los ojos y le hizo una señal para que estuviera atento.

Si durante el juego de cartas había confiado en Hércules, de la misma forma en que le confió su carrera literaria, en ese instante, al lanzar el anillo de su madre sujeto a la cadena, sintió el mismo golpeteo incesante en su pecho. Había sido como recitar por primera vez su poema. Como si mil ojos estuvieran observando el momento exacto en el que se equivocaría y mandaría todos sus esfuerzos por la letrina. Como si un reflector lo apuntara en el momento exacto de su muerte.

Entonces consideró a John Laurens un mentiroso.

Porque por más que dijera que su puntería era terrible, al atrapar el anillo en un bote en movimiento, le demostró que quizá todo dependía de la importancia que estuviera en juego.

—¡Fue en la pierna! ¡Le dio en la pierna! —el llamado del marqués se escuchaba tan lejano.

Los ojos de Alexander solo existían para mirar a John de pie en el bote.

La mano cerrada contra su pecho, el pequeño asentimiento y los labios cerrados en entendimiento fueron la verdadera promesa de que se volverían a encontrar.

Si no era en esta vida, seguro en la próxima.

So, he smiled back

And walked your way

Now all your heartbreaks washed away

The sea is jealous of the blue

Inside the eyes you look into

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01:45 A.M.

Fue justo en el momento en el que Samuel se decidió dar la vuelta, que el chisporroteo llegó a su tope y la luz colapsó. Un silencio estruendoso revolcó por tres segundos a toda la tripulación. Y las bengalas que estaban lanzando para alertar a cualquier otro barco de su ubicación, a partir de ese momento, fueron las únicas luces de las que se pudieron valer.

La noche estrelladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora