X. En un bosque de constelaciones

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Aviso: Un poco de NSFW content, un poco, casi nada, más son mis metáforas raras.

14 de abril 1912

Tanto Alex como John sabían que eso era lo máximo que podían hacer dentro de sus capacidades y cuando Martha les pidió tiempo a solas, estaban seguros de que lo mejor era dejarle los siguientes movimientos a ella. Por el bien de ambos.

Y eso hasta la mañana siguiente.

Su propia ausencia en la tercera clase se había vuelto recurrente, así fue que a Alex no le sorprendió el abrazo de Herc cuando finalmente decidió levantarse en su propia cama. Aunque luego su compañero lo negara y lo enmascarara bajo la excusa de sacudirlo para ver si seguía vivo. Mientras se alistaba le dejó claro dos cosas: que estaría ocupado todo el día caminando por la popa y que, si Maria se aparecía buscándolo o si la veía rondando por los pasillos, que no dudara en avisarle.

—¿Asuntos? Sueles ser más específico que eso —le preguntó cuando estuvo a punto de salir del camarote compartido.

—Digamos que estoy ganándome el favor de mi mecenas.

—Sobre eso... No sé si fue buena idea decirte que estaba aquí y fue más porque se me escapó tu nombre...

—No —lo interrumpió—, tranquilo, Herc. No estoy importunando —pronunció marcando su acento— al joven Laurens.

—Está bien.

—Y si lo estuviera, créeme que lo sabría.

—¿Te citó en la popa?

—Espero encontrarme con él ahí, sí.

—Alexander —Herc se cruzó de brazos.

—No tienes que preocuparte por nada. Te traeré luego las buenas noticias.

—Mientras no te metas en problemas.

Alex rodó los ojos y se acercó a su amigo para darle unas palmaditas en su mejilla derecha.

—Estamos en un barco, lo más peligroso es saltar por la borda.

Dándole la razón, Herc asintió, Alex se dio la vuelta y tomó su rumbo hacia las escaleras, antes de que cambiara de opinión.

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El fresco aire de la mañana le golpeaba el rostro y aligeraba el peso sobre sus hombros que poco a poco se iba transformando en nada. Se había colocado de espaldas al océano para probar un nuevo enfoque en su técnica, a pesar de estar una plataforma debajo de la oficina del capitán, John intentó percibir la perspectiva con lo que sea que le funcionara en este momento. Caminó unos cuantos pasos para ver si lo que le fallaba era la posición en la que estaba, hasta que algo más captó su atención. Era el poste en donde los centinelas vigilaban.

Rogando que su pulso no le fallara, dibujó una línea vertical seguida de la otra y una pirámide con base redonda casi en el tope de este. Se relamió los labios y acercó su libreta hacia su pecho, levantándola más a su rostro, tirando línea tras línea intentando que se viera su intención. Rápidamente observaba de la hoja de papel, al modelo frente suyo; uno y luego otro y así de vuelta.

Entonces notó de entre tanto azul, negro y blanco, una figura recostada contra las barandas de la popa, cabello ocre peinado hacia atrás tratando de parecer arreglado —aunque no lo necesitara—, pecas cubriendo sus pómulos —no las veía desde esa distancia, pero sí que los podía imaginar como un camino de estrellas recorriendo el puente de su nariz— y claro, el nombre del sujeto.

La noche estrelladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora