22. Pt. 2

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Jimin tiro el gancho en el asiento trasero y dobló cuidadosamente el vestido antes de salir del auto en dirección a la funeraria. Un hombre corpulento en una camiseta de botones y pantalones que le iban demasiado cortos los saludo justo al entrar.

—Hola, caballeros.—dijo cálidamente.—¿En que puedo ayudarles?

Aquí viene.

—Soy un miembro de la familia Min.—dijo Jimin.—Estoy aquí por la visita.

—Oh, lo siento.—el hombre apretó sus labios.—me temo que termino hace como treinta minutos. Todos acaban de irse.

El rubio forzó una sonrisa.—Llegue tarde, lo sé. Si pudiera tener solo algunos minutos.

El hombre frotó su mentón como si estuviera habituado a tener una barba ahí. Sus preocupados ojos fueron a Jimin hacia una puerta cercana y de regreso.

—Solo serían unos minutos.—habló JungKook, logrando lucir desdichado.—Manejamos hasta acá para verla, y sería devastador si no pudiéramos despedirnos.

El director suspiro.—Bueno, solo unos minutos, pero tengo otra visita programada...

Jimin se desconectó.

Fueron llevados hacia la puerta que el hombre había visto momentos atrás, dentro de una pequeña habitación con algunas sillas, flores, luz tenue...y el ataúd. Su anfitrión les dio un asentimiento educado y una sonrisa compasiva, cerró la puerta y los dejó solos.

Una tranquila música ambiental flotaba a través del aire pero Jimin no podía decir desde donde llegaba. Se quedó al final de la habitación, mirando directamente hacia adelante. Desde ese ángulo, no podía verla yaciendo en su ataúd y por primera vez pensó que era mejor de esa manera ¿De todas formas, que hacia? Ella estaba muerta. No podía preocuparse sobre el vestido que le pusieran?

¿Que está mal contigo? Has visto mucha gente muerte antes.

Había observado morir a su propio padre. Por supuesto, amaba más a la señora Min que a su propio padre. Y las otras personas que había matado...no se había preocupado por ninguna de ellas. Mirar el rostro de alguien importante y sabías que se había ido no era lo mismo.

—Jimin.—la voz de Jungkook lo sobresaltó. Enterró sus talones, enraizando el piso.—Jimin.—dijo el pelinegro de nuevo, más severo esta vez.—Querías hacer esto, ahora estamos aquí. No tendrás otra oportunidad.

El rubio obligó a su cuerpo a moverse, llevándolo a través de la habitación. Al menos su ataúd era lindo. Madera oscura, delineada con afelpado color negro. Por supuesto que era lindo. Jimin había hablado con el director de la funeraria por teléfono el otro día y descubrió que ella había planeado todo y pagado por ello. "Quería quitarle toda la carga a su familia". El director le había explicado en un tono paciente. En una forma, Jimin se sentía aliviado. YoonGi no podría haberlo manejado.

Pero la persona yaciendo en el ataúd no era ella. Ya no. Su piel estaba demasiado acerada y pálida. Su cabello rubio colgaba en rulos alrededor de su rostro y su lápiz labial era un tono rojo demasiado brillante. Ella nunca usaba lápiz labial, mucho menos algo tan llamativo. Solo se rizaba su cabello para momentos especiales. Ya no podía sentirla ahí. Esta persona yaciendo frente a el era un cascarón vacío, nada más.

—El vestido que usa..—le murmuro a Jungkook.—nunca lo uso. Decía que lucia como algo que usarías en una funeraria.

El pelinegro le dio una sonrisa irónica.—Gracioso como resultan las cosas.

Jimin miró hacia la puerta. ¿Que tan malo sería que el hombre regresara y los atrapara desvistiendo un cuerpo? Un "no es lo que parece" probablemente no los salvará.

—¿Puedes vigilar la puerta?

Sin una palabra o siquiera una pregunta, JungKook se colocó en la puerta. Sin cerrojo así que se inclinó contra ella a cambio. Jimin se giró de vuelta a ella, levantó la mitad inferior de la tapa del ataúd y se puso manos a la obra para cambiarla.

Siempre había hecho un punto de no tocar los cuerpos que mataba. Demasiado peligroso para dejar evidencias detrás. Revisaría si tenía pulso y seguiría con ellos. Así que, la frialdad de la señora Min lo sorprendió al principio, esto hizo que su estómago se revolviera, pero se obligó a proseguir.

Afortunadamente, el vestido que vestía salió con poco esfuerzo y lo tiro al piso para lidiar con él después. El truco era no mirarla. Podía incluso contar cada una de sus costillas, incluso a través de su fondo. Lucia tan esquelética que trato de no dejar que su visión se nublara.

No es ella. Ya no es ella.

Alguien golpeó la puerta. Jimin se enderezó de golpe y miró a JungKook.

—¿Caballeros? Siento cortar esto tan pronto, pero realmente tengo otra visita que preparar para...

—Solo unos cuantos minutos más.—contestó JungKook.—Estamos eh...estamos rezando.—le hizo señas a Jimin para que se apurara.

Rápidamente intento volver a vestirla. Sus miembros estaban tan tiesos que hizo complicado meter sus brazos a través de las mangas. Su cabello estaba todo desordenado para el momento en que la hubo acomodado de nuevo.

Mejor. Mucho mejor. Lucía más como ella ahora. Más en paz.

Otro golpe más impaciente. Jimin tocó con una de sus manos su mejilla, se inclinó y besó su frente.

Gracias por todo.

Se alejó y bajo ambas tapas sobre el ataúd, levantando el vestido negro, mientras JungKook daba un paso atrás para alejarse de la puerta. El hombre entró y afortunadamente JungKook habló porque él estaba bastante seguro de no poder hacerlo.

—Lo siento. Ya terminamos. Gracias por permitirnos verla.

El hombre frunció el ceño pero forzó una sonrisa mientras los acompañaba a salir. La cabeza de Jimin giraba. Acababa de robar el vestido de una mujer muerta, escapado del chico que se suponía era su mejor amigo, desvestido y vestido a un cadaver. Todo en tan pocas horas.

A mitad del camino, se tropezó. JungKook lo atrapó y lo pegó a su cuerpo, ayudándolo a caminar el resto del camino.

HUSHED; KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora