CAPITULO. XXIV

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"Port Angeles."

Me tiré a la cama después de cenar, la señorita O'Leary había ido de caza aprovechando el cielo nocturno

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Me tiré a la cama después de cenar, la señorita O'Leary había ido de caza aprovechando el cielo nocturno.

—Pensé que te habías ido de caza. —mencione al intruso en mi habitación.

—Los demás se adelantaron, Edward me está esperando. Querría verte, necesitaba saber que estabas bien. —musitó el exsoldado.

—Estoy bien, Jasper. Se nadar muy bien. —dije dando una vuelta sobre mi eje, extrañada por la preocupación del vampiro. —¿Por qué no iba a estarlo? —pregunté. Él pareció meditarlo.

—Hay más peligros aparte de los vampiros. —comentó tomando asiento sobre mi cama, se refería a los lobos.

—Te refieres a las leyendas sobre hombres que descienden de lobos. —vacile un poco antes de mencionarlos sin detenerme a observar la reacción de Jasper. —Supongo que sí. ¿Tienen una rivalidad igual que en los mitos?

—Si, ¿Cómo lo sabes?

—El problema no es porque yo lo sé, sino que Bella sabe sobre las leyendas de los fríos y creo que piensa que no son solo leyendas.

—No son leyendas. —afirmó el rubio. —Los pulgosos nos odian. —informó haciendo una mueca. —Edward se encargará de Bella.

—¿La matara? —pregunté escandalizada.

—No. —respondió dudoso Edward al ingresar en mi habitación, se veía nervioso.  ¿Con permiso de quién entró este? —Puedo pedirte un favor. —me habló el cobrizo. 

Como dejarte entrar en mi casa pensé. Mi mirada viajó entre ambos vampiros, resoplé, mi habitación no era área común.

—Dime.

—¿Puedes cuidar a Bella? —Lo que me pidió me sorprendió. —No puedo leer sus mentes, pero sé que son amigas y ambos sabemos que Bella... es algo torpe y un imán del peligro al igual que tú. Solo cuando no esté yo.

—¿Te refieres a cuando tengas que cazar ardillas?

—Osos. —musitó Jasper, rodé los ojos.

—Bien, Cullen cuidaré de tu Res, cuando no estés de acosador.

Edward desapareció de mi habitación en un borrón, Jasper se levantó de mi cama para acercarse más a mí, colocó ambas manos en mi rostro haciendo que lo mirara, la distancia entre ambos se iba reduciendo poco a poco hasta que nuestros labios se unieron, al principio fue un leve toque. Luego en un tierno y dulce beso, nuestros labios se entrelazaron, mientras subía mis manos hacia su cuello y la de él bajaban a mí cintura. El beso se tornó necesitado, el introdujo su lengua en mi boca explorando cada rincón, sus manos me agarraron de las caderas empujándome hacia él, aquello me hizo gemir, lo sentí tensarse al instante, apartó sus labios de los míos y en una fracción, pude distinguir sus ojos más oscuros, sus labios fríos pasaron por mi cuello.

Tormenta| Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora