CAPITULO. XXVI

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"The temptation of the sea."

Nueva York es una ciudad con continuo movimiento, la ciudad que nunca duerme debido a los mortales

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Nueva York es una ciudad con continuo movimiento, la ciudad que nunca duerme debido a los mortales. La gran manzana, los rascacielos imponentes y hermosos, uno de los rascacielos más famosos era su segundo hogar. Tal vez te suena el Empire State Building, pero su destino en esa noche de invierno no era el imponente rascacielos, su andar era en sentido contrario, se estaba alejando de aquel edificio. A pesar de que era invierno aún no comenzaban las nevadas, pero las calles estaban desiertas por el frío.

 Odiaba el maldito juramento que había hecho con sus hermanos, había mantenido su palabra por años, pero en un lapso de cinco años había cometido error tras error, aunque en su corazón no podían llamarse así jamás. Con cada paso que daba se cuestionaba si estaba haciendo lo correcto, una clara evidencia, era el pequeño bulto cubierto por mantas entre sus brazos, quería saber quién había divulgado que los bebés recién nacidos eran bonitos, era una gran mentira, eran pequeñas bolas rojizas con manchas blancas y arrugadas con un pequeño cuerpo, después de unos meses los bebés eran hermosos.

Esa noche a miles de kilómetros había perdido a otro amor mortal, el Dios había caído cautivado por Elena. Una joven de la reserva con un enorme brillo que se fue apagando, Elena tenía una enfermedad que perjudicaba a los humanos. Tal vez, si el Dios del mar no se hubiera cruzado en su camino hubiera podido vivir más años, pero el embarazo apagó su brilló. Ambos tenían la esperanza de que el fruto de su amor naciera y la joven castaña se recuperara, lamentablemente, el corazón de la humana no lo soporto, dio sus últimos latidos para partir al reino de su hermano.

Poseidón no era como sus otros dos hermanos. Hades era el más fiel a su matrimonio, pocas veces se involucra en amoríos, él protegía a quien lo cautivo y al fruto de ese enamoramiento. Zeus era, como decirlo, un prostituto, no le interesaba en lo más mínimo su matrimonio, se escapaba cuando Hera se despistaba, tampoco le importaba lo que pudiera pasarle a sus amoríos o sus hijos. Detestaba ese tipo de comportamiento, pero él tampoco era una blanca paloma, como dirían los mortales.

Su matrimonio con Amphitrite era más un convenio, ninguno se juzgaba ni reprochaba nada, lo habían intentado por siglos, en una época fue un matrimonio perfecto, pero llegó a su fin. Muy pocas veces, se había enamorado perdidamente como lo hizo de Sally Jackson, era una mortal por la que detendría la marea, había construido un palacio para ella. Entre tantas mujeres, Sally era una reina ante sus ojos, tanto así que lo rechazó, no necesitaba ningún hombre a su lado y lo había demostrado al superarlo y cuidando a su hijo Perseo, sola y de la mejor manera.

Los hijos de los Dioses que no tenían padres mortales tenían muy pocas posibilidades de sobrevivir, por eso mismo el Dios del mar estaba enfrente a la puerta de su antiguo amor con su hija en brazos. Su primera hija en nacer después de cinco siglos, no quería dejarla en un orfanato, pero tampoco podía hacerse cargo de ella sin exponerla a los peligros siendo una, bebe. Le había prometido a Elena que la cuidaría.

Tormenta| Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora