CAPITULO. Φ

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".Un suspiro de dolor."

Ninguno de los lobos quiso dejarla ir sola, todos insistieron en quererla acompañarla hasta la frontera del tratado al menos, pero la ojiverde se negó rotundamente, amenazándolos con patear su trasero peludo

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Ninguno de los lobos quiso dejarla ir sola, todos insistieron en quererla acompañarla hasta la frontera del tratado al menos, pero la ojiverde se negó rotundamente, amenazándolos con patear su trasero peludo. Su hermano no dijo nada, sabía que esto lo tenía que hacer ella sola, pero estaría al pendiente por si lo necesitaba.

Al momento del atardecer, Nerea caminaba por el frondoso bosque dirigiéndose al río limitante de los territorios, sabía que alguien la estaba siguiendo, sentía su presencia. Al girarse a unos metros, pudo ver un lobo gris claro, caminaba hacia ella al juzgar a simple vista era más pequeño que Sam y que Paul. Leah.

Sabía que era difícil para la loba estar con los demás, sabía lo de su corazón roto. Sam no pudo y no supo cómo manejar todo el asunto de la impronta. Además, la reciente pérdida de su padre y su transformación, la mantenía con un temperamento delicado. La chica tenía carácter, debía de admitir no había tenido la oportunidad de hablar, pero tampoco se repelían y eso era un gran paso. Siguió caminado con la compañía de la loba hasta llegar a una parte del río, se giró a ver a la loba.

—Leah, gracias por acompañarme. —la loba hizo un movimiento de cabeza para darse vuelta en dirección al bosque de la reserva.


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Casi ocho meses habían pasado desde la última vez que estuvo frente a la mansión de grandes ventanales, las luces iluminaban el interior de la casa. Había esperado tanto este momento desde su llegada a Forks, que a hora solamente quería correr al mar y no salir de ahí por un buen tiempo.

Bella estaba en la entrada caminando de un lado a otro, parecía nerviosa, al momento que sus miradas chocaron en los ojos de la castaña se reflejó la tranquilidad al ver a la azabache.

—Viniste.

—Mencionaste que era importante. —dijo subiendo los escalones de la entrada.

—Lo es, lo es. Además, querían verte. —la ojiverde asintió ante eso, ella también los quería ver. —¿Sigues enojada conmigo? —preguntó cuándo estaban subiendo las escaleras para llegar a la estancia.

—Un poco pequeña res, pero estoy acostumbrada a tus pésimas decisiones. —sus ojos miraron todo el lugar estaba tal y como lo recordaba, pero con más polvo.

Los patriarcas fueron los primeros en recibirlas, Esme estaba más tranquila, su angustia por perder a uno de sus hijos había desaparecido gracias a la intervención de Bella y estaba contenta de volver a ver a ambas jóvenes.

—Me alegra volverte a ver, cariño. —se acercó a envolver el cuerpo de la azabache, que nerviosa aceptó el gesto y lo devolvió. —Te echábamos de menos.

Tormenta| Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora