CAPITULO. Β

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"Elemento."

Jasper había partido a Forks ese mismo día, su tiempo en Nueva York era limitado, al día siguiente habría sol, además tenía que alimentarse

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Jasper había partido a Forks ese mismo día, su tiempo en Nueva York era limitado, al día siguiente habría sol, además tenía que alimentarse. El soldado se fue satisfecho, había conocido a la familia de su compañera y había formado diferentes lazos con ellos.

Por otro lado, los hijos del Mar no querían irse y dejar de disfrutar los cálidos desayunos de su madre, la comodidad de su cama y sobre todo el cariño que les brindaba el pequeño, pero acogedor departamento.

Cuando Percy volvió a la sala se desplomó sobre el sofá junto a su hermana, estaban listos para irse al campamento, pero no tenían energías para hacerlo. Tenían responsabilidades que no podían seguir postergando.

—Sigo sin poder creer que tardes tanto, ni siquiera te pasas un cepillo por el cabello —bromeó la azabache mientras despeinaba el cabello de su hermano.

—¡Hey! Más cuidado. Si me peine. —mencionó para recibir una mirada incrédula de la menor, ni él mismo se creía eso.

Al momento de despedirse, Sally dejó un beso en la frente de Nerea provocando un leve gruñido por parte de Percy.

—Cuida a tu hermano.

—¡Oye! Puedo cuidarme solo. —exclamó Percy ofendido. —Por los Dioses mamá, tu confianza en mí me lastima. —eso provocó la risa de ambas mujeres, quienes negaron por su actitud. Ellas fueron las primeras en depositar su confianza en él.


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¿Cómo se lidia con un perro de tres metros que con un lengüetazo te deja en el suelo a su merced? Su efusividad era tanta que terminas en un charco de baba. El can era de color negro, la podías ver a la distancia, pero vaya que los hermanos se sorprendieron cuando llegaron a la Colina Mestiza. La señorita O'Leary con suerte obedecía a algún otro semidiós que no fueran los hermanos Jackson o Nico.

Annabeth le grito que se detuviese, pero el enorme perro negro bajo corriendo la colina en cuestión de segundos, ambos pelinegros se alertaron por el grito y la pequeña vibración de la tierra. Solo pudieron ahogar un grito cuando fueron arrojados al suelo por el can, quien se les echó encima, lamiéndoles el rostro, las manos y agitando su cola con entusiasmó, después de quedar satisfecha la perra le ladro a Annabeth, quien camina hacia ellos con una expresión de disculpa.

—No la pude detener. —dijo la hija de Atenea.

—Annie.

—Que no me digas así, Nerea. —chisto la hija de la sabiduría.

—Oblígame, rubia.

El trío se dirigió a la cabaña 3 a dejar sus pertenencias, pero se vieron interrumpidos por Grover, corrió a abrazar a los hermanos, envolviendo sus cuellos en un abrazo para terminar en el suelo.

Tormenta| Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora