Se hallaban finalmente de regreso a casa.
Habían logrado sobrevivir a los peligros de aquella cruenta batalla. Pero lo que más le importaba, era que él estaba bien. Lo habían conseguido.
Mordió su labio con suavidad, intentando debatir si debía sentirse feliz, o si tenía permitido, a pesar de todo (de una forma retorcida y desalentadora), sentirse triste. Porque, sí: había sobrevivido a la guerra. Tarde o tremprano volvería a su hogar, Mirkwood y se reuniría con su padre con alegría, aunque este estuviese aún furioso por su partida.
Lo unico que faltaba en su lista sería asistir a la ceremonia de coronación de Aragorn.
Si la llamada 'pena de los elfos' no lo mataba primero.
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Los primeros cambios en su propio cuerpo y comportamiento habían comenzado alrededor del tiempo que divisaron a los espías alados de Saruman, antes de llegar a las montañas, donde debían cruzar el paso de Caradhras. Su temperatura estaba aparentemente bajando: sus manos, usualmente tibias y de un sano color pálido, estaban heladas, y un tinte azulado asomaba alrededor de sus uñas.
Para peor, sus mejillas, de por sí usualmente pálidas habían perdido color, y cuando el viento rozaba cualquier trozo de su piel, que se hallase descubierta, debía intentar esconder sus estremecimientos, para nada naturales.
Un humano, podría atribuír dichos síntomas facilmente a un resfriado, un desequilibrio de temperaturas, o incluso una afección temporal. Pero los elfos eran conocidos por carecer de a mayoría de esas debilidades: podían soportar temperaturas un tanto más extremas, sobre todo en medio del frío.
Sabiendo esto, Legolas no pudo evitar alarmarse.
Había logrado esquivar con habilidad la aparición de síntomas obvios, lo que le había evitado conflictos en múltiples situaciones. Había hecho esto por décadas. ¿Por qué salían a flote ahora? ¿Por qué se presentaron de forma tan repentina?
¿Podría ser porque presenció en primera persona el afecto entre Arwen y Aragorn? ¿Porque parecía herirle más de lo usual?
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Más adelante, cuando Aragorn comenzó a discutir con Boromir acerca del anillo, decidido a proteger a Frodo de dudosas intenciones y alejándose de Legolas considerablemente, una de las primeras "pruebas" salió a la luz: Legolas estornudó.
Gandalf, siempre atento a las trivialidades a su alrededor, volteó inmediatamente, siendo visible su creciente confusión, ya que no se parecía en nada a los estornudos de un hobbit, mucho menos los de un humano. Y Gimli estaba muy distraido hablando con Pippin como para haber sido la fuente de tal sonido.
Sus ojos recorrieron lentamente el grupo, fijándose en el pobre elfo avergonzado, quien evitaba su mirada.
La Companía continuó su camino, Aragorn liderando la marcha durante el siguiente tramo, al menos hasta que Gandalf volviese al frente. Después de todo, el anciano conocía estas tierras mucho mejor que el Dúnedain, a pesar de sus constantes misiones y escapadas.
El mago, sin embargo, se acercó al elfo tan discretamente como fue posible, antes de que pudiese escaparse de su vista.
— Has sido tú, ¿no es así? — su entrecejo se frunció levemente, pero para alguien como Legolas, quien le conocía desde hace ya tantos años, era fácil ver que no era enojo lo que perturbaba los ojos del hechicero, sino preocupación. Especialmente porque no había sonado como un estornudo causado por un cosquilleo en la nariz, o una alergia pasajera. Había sonado mucho más enfermo...
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Goodbye, my King
FanficLegolas dejó crecer en su pecho (a pesar de su resistencia) aquel sentimiento que los humanos, y muchos otros seres llamaban "amor". Un sentimiento casi desconocido para él, un amor por alguien que no le correspondía. La pena de los elfos, la única...