•2• El camino hacia la Muerte

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Suspiró, sus ojos pesando y su vista nublándose. Comenzaba a marearse, llevaba casi cinco días despierto, y la enfermedad comenzaba a aprovecharse de la oportunidad y a sacar partido de su situación. En un momento, no supo cuándo, comenzó a deslizarse hacia un lado. 

-Orejas picudas, ¿Qué haces? -escuchó que su amigo le decía, pero no pudo decir nada, su cuerpo ya no respondía como debería. Lo último que supo, fue que cayó del caballo, y fue atrapado desde debajo de los brazos por Gandalf.

Ya sumergido en aquella abrumadora oscuridad, comenzó a recordar...

La tercera vez que la enfermedad hizo aparición, fue en la batalla que se libró en el salón de Moria. Tuvo un momento de debilidad, en que perdió su conocida agilidad, y el troll lo golpeó, azotándolo contra uno de los muros. La capacidad de caminar casi sin tocar el suelo, típica de los elfos, se vió afectada por un tiempo luego de eso.

Comenzó a asustarse cuando salieron de las minas, y se dirigieron a Lothlórien casi sin que él lo notara. Había oído a Aragorn, sin embargo, comenzaba a perder el sentido de la orientación, y eso lo dejaba anonadado. Se sentía expuesto, confundido.

La dama Galadriel pareció notar su problema, tan evidente para un elfo y tan oculto para cualquier otro. Lo citó mas tarde, cuando todos estaban ya descansando. El único que lo vió partir, fue Gimli, pero Legolas no dió explicaciones, y el enano tampoco las pidió.

"Puedo sentir algo malo dentro de ti, Legolas Thranduillion", ella le había dicho, como si pudiera ver su alma. "Si un dolor se acrecenta en mi interior, lo mejor será ocultarlo, ¿No lo cree usted así?", le había respondido. La dama había asentido, en silencio, como si sopesara su respuesta hacia el príncipe. "La tristeza de los elfos, me temo", había tanteado, confirmando sus propias palabras en cuanto el joven elfo bajó la mirada.

"Mi querido Hojaverde", se había lamentado, "posees la única, y sin embargo incurable, enfermedad que puede padecer un elfo... la enfermedad del corazón..." 

Y él no había sabido contradecirle, pues la mujer tenía toda la razón. Ninguno volvió a pronunciar casi palabra en toda la noche, mientras observaban las estrellas, en completo silencio. "Buenas noches", fue lo único que él murmuró, antes de retirarse, la mirada de la señora clavándose, apenada, en su espalda.

Cuando llegó al lugar donde sus amigos reposaban, simplemente se dirigió a las mantas que se amoldaban en el interior de los árboles, formando camas. Ninguno de ellos, ni siquiera Gimli, le oyó llegar, mas todos se hallaban dormidos ya. 

Esos días de descanso le vinieron bien, recuperó su orientación, y caminaba con normalidad. Lo único que no había logrado pasar desapercibido, es la palidez que azotaba su piel, en un tono casi perlado. 

Aragorn había estado observándolo, teniéndolo en la mira, y Legolas lo sabía, pero no iba a permitirse mostrar debilidad, mucho menos frente a él. Viajaron por el río, y el elfo pudo sentir la maldad, una sombra asechando. Se lo hizo saber a Elessar, y se maldijo a si mismo cuando la voz le flaqueó al verse atrapado por esos ojos azules y profundos.

La cuarta vez que mostró debilidad, fue en la batalla contra los Uruk-ai, antes de que estos secuestraran a Merry y Pippin. Se sintió muy culpable cuando cayó en la cuenta de que Frodo y Sam se habían ido por su cuenta, Boromir había muerto, y sus amigos estaban siendo posiblemente torturados. 

Un mareo lo sacudió y cayó de rodillas al piso. Las pisadas de Aragorn y Gimli se acercaron a toda velocidad, pero levantó una mano, para que no le interrogaran. "Todo está bien, solo tropecé", dijo, buscando una excusa convincente, ya que se hallaban rodeados de pozos y ramas. Lo único con lo que no contó, fue que ninguno se lo creyera, porque, debido a la conocida habilidad de los elfos, estos nunca tropezaban. 

Algo pasaba con Legolas, y ellos estaban dispuestos a descubrirlo.

La quinta vez que mostró debilidad, y casi una de las últimas, fue en una de las guardias, en los descansos nocturnos, antes de llegar a Rohan. Aragorn roncaba, apenas un sonido, algo que, si deseabas escuchar, debías acercarte bastante. Gimli fingía, esperaba poder hablar con el elfo de una vez por todas, ya que nunca había visto algo así, por lo menos entre los hijos del bosque.

Según su padre (y todo ser vivo que los conociese), los elfos eran muy livianos, y su paso parecía apenas rozar el suelo. Eran ágiles, de vista y oídos agudos, y la mayoría de ellos, muy buenos luchando. Incluso a veces, su ego podía ser tan grande como su belleza.

En lo personal, últimamente no veía ninguna de estas palabras reflejadas en el hijo de Thranduil. Era torpe al caminar, y si llevaban mucho tiempo marchando, apenas si distinguías su paso del de un humano con sus buenos kilos. Parecía abstraído en su mundo, y a veces estaba a punto de fallar con sus disparos.

¡Cuánta deshonra para los sindar! seguramente diría su padre, en burla a Thranduil, en aquellos días. Y él se hubiera reído, de no ser porque, extrañamente, se hallaba preocupado por él. ¿Qué sucedía con el orejas picudas?

Se levantó, dispuesto a decirle todo en cara, pero grande fue su sorpresa cuando lo encontró con los ojos cerrados, la espalda apoyada en una gran roca, su respiración acompasada. "Por Thor", se dijo, "debe de estar exhausto..." Hasta que recordó que los elfos no dormían. Tocó su hombro, y este ni siquiera se inmutó.

Lo dejó dormir, entonces, y al día siguiente, antes del alba, lo despertó. Tenía la pequeña impresión de que, lo que fuera que le sucediese, el elfo no quería contárselo a Aragorn. Así que no dijo nada, y continuaron su camino.






Como prometí we, aqui está su cap 7u7 disfrutad♡

Goodbye, my KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora