La aldea de las costas (parte 1)

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Neafi y Sefar volvieron a repasar mentalmente la ruta hasta Asha. La vidente les dio algunos consejos como que: no caminaran por las noches y que siempre buscaran algún lugar seguro donde descansar. A Sefar le dijo que luchara contra sus instintos y no matara animales mayores, sólo podía comer aquellos que no tuvieran raciocinio. Por ejemplo, casi todo el ganado eran animales mayores, aunque tuvieran un lenguaje pobre, así que no los debía comer.

Luego de desayunar partieron hacia donde se ocultaban los soles, hacia el Oeste. No iban a tener problemas para evitar la ciudad de Arfental, pues les quedaba muy al Norte. Guiándose por los soles continuaron hasta que vieron el mar. Se dirigieron al Sur, siguiendo el mismo camino que tomaron cuando fueron a la fortaleza de los leones.

Esa noche Neafi les contó algunas cosas que había aprendido de Vitali. Les dijo que las lunas eran grandes rocas a mucha distancia, que reflejaban los rayos de los dos soles Vareo y Yarmo. Las lunas se llamaban Mio, Gaio, Boro y Aura. Esta última, era fácil de confundir con una estrella porque era muy pequeña.

Edín preguntó de dónde venía el viento, quién había puesto las aguas en los mares y por qué las aves volaban. Neafi se limitaba a decir lo que creía, pues eran preguntas cuya respuesta no sabía.

Al día siguiente llegaron al río Dubéjad, que era amplio, pero poco caudaloso. Lo cruzaron caminando, cuidando de no caer el algún lugar profundo. Los más vulnerables eran los carneros, pero fueron cargados por Sefar e Ivé. Siguieron guiándose por la costa hasta llegar al límite del área boscosa. Decidieron descansar ahí y continuar al día siguiente, pues ya no estarían cubiertos por el follaje del bosque.

Cuando amaneció, los cinco animales continuaron mucho más lento. Como no estaban rodeados de árboles caminaron separados para no llamar la atención, vigilando que ningún reptil los viera desde el cielo, pues Vitali le había advertido de los dragogs, que eran reptiles alados que podían volar y transportar a otros reptiles. A diferencia de los argogs, los dragog sí tenían raciocinio y hablaban con facilidad.

Conforme iban caminando, notaron cómo la vegetación iba cambiando, había más palmeras. Desde su perspectiva todo esto era maravilloso, todo era nuevo. Desde lejos vieron el mar y les pareció espectacular y terrible. Caminaban entre árboles, plantas y palmeras para no ser vistos, y luego de un tiempo, cuando se sentían seguros, regresaban para las aguas rosas que se extendían hasta el horizonte. Así continuaron hasta que los soles se ocultaron.

Sefar tenía hambre así que decidieron detenerse no muy lejos de la costa, en un palmeral. Parecía como si tuvieran cerca un bosque tropical, pues conforme caminaban la vegetación se hacía más abundante. Sefar se alejó para ver si hallaba algún animal menor para comer, encontrando iguanas a las cuales cazó con facilidad cuando entendió su comportamiento.

A la mañana siguiente Ivé se levantó temprano y comenzó a pastar, acercándose al borde del palmeral, sin notar que un par de hombres lo estaba acechando

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A la mañana siguiente Ivé se levantó temprano y comenzó a pastar, acercándose al borde del palmeral, sin notar que un par de hombres lo estaba acechando. Cuando los vio, echó a correr gritando:

El reino Rojo. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora