Vida para el retoño (parte 3)

14 2 0
                                    

Neafi se iba mejorando, pero todavía no podía caminar con facilidad. Una mañana Vitali fue a ver al retoño y alzando la tela que lo cubría notó que debajo no estaba la vasija de barro habitual. Había sido sustituida por un jarrón vacío.

Todos se pusieron alerta y comenzaron a preguntar si alguien había visto algo.

—Nob y Edín están extraviados —dijo Ivé, el becerro, levantando la sospecha—. Desconozco su paradero.

Los buscaron en los alrededores sin éxito. Cuando los soles se ocultaban, un zorro llegó con la noticia de que los habían visto caminar hacia el Norte, trayendo el retoño consigo.

Neafi entendió que se habían llevado el retoño hacia la península de Tigo, en donde estaba el matadero de animales y que procurarían despertar a sus amigos. Vitali pidió que fueran a buscarlos.

Ivé y Sefar se dirigieron hacia la península. Luego de dos días y dos noches, llegaron al extremo del bosque y esperaron a que los soles aparecieran en el horizonte. En cuanto la luz les permitió ver el lugar, se dieron cuenta que se trataba de una serie de establos techados de gran altura y más atrás, un valle amplio lleno de todo tipo de ganado: Vacas, ovejas, cabras y aves de corral.

Notaron que había como 40 reptiles administrando todo el lugar, estos tenían armaduras y espadas como los soldados de Baabik-Anum. Estaban distribuidos entre los establos, el valle y los que estaban propiamente en el matadero, donde los animales eran sacrificados y desollados.

La carne del ganado era llevada hasta la ciudad de Sabural, poco más al Noroeste. Desde ahí eran embarcados a las ciudades de Ke-Men-Tik y Keserí, en el reino de Baabik-Anum, para luego ser distribuidos a las ciudades que estaban dominadas por los reptiles, siendo la principal Lon-Kun-Baatik. Era obvio pensar que el ejército de reptiles no podría ser alimentado mediante la caza.

Un grupo de toros, tomando impulso rompieron la cerca que los tenía contenidos y mataron a los reptiles que los estaban cuidando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un grupo de toros, tomando impulso rompieron la cerca que los tenía contenidos y mataron a los reptiles que los estaban cuidando. Con la fuerza de la estampida, siguieron destruyendo las demás cercas, dejando salir a todo el ganado. Los reptiles al ver esto sacaron sus espadas para defenderse, pero nada pudieron hacer cuando los animales arremetieron contra ellos y los persiguieron hasta aplastarlos.

De entre los destrozos, el bullicio y el desorden de la rebelión salieron Nob y Edín, complacidos. Parecían niños que acababan de hacer la buena acción del día y regresaban a su casa para recibir el premio. Cuando iban llegando al borde del bosque, Sefar e Ivé les hicieron voces para que los vieran. Los carneros compusieron su camino, bajando la cabeza y mudando su rostro orgulloso al de un ladrón que ha sido sorprendido. Nob traía la cuerda de la vasija en su boca y arrastrándo el retoño lo soltó a los pies de sus amigos.

—No podíamos quedarnos sin hacer nada —dijo secamente, soportando la consecuencia de su actuar.

Sefar tomó el recipiente con el retoño y enrolló el hilo de la vasija en los cuernos de Ivé. Volteó hacia los carneros que ya mantenían su cabeza gacha, apenas pudo ver los ojos tristes de Nob, pero de Edín nada pudo notar tras su mechón de lana blanca que le cubrió el rostro.

El reino Rojo. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora