El bosque blanco (parte 2)

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—Les recuerdo —continuó el reptil, con aire reverente. El arpa recuperó el protagonismo y el tambor bajó en su intensidad—, que es su deber el seguir llevando el mensaje de amor a todas las aldeas de este dominio. Y si alguno no quiere aceptar, tráiganlo aquí, en donde la Luz decidirá si le extiende su misericordia o le ejecuta con su fuego blanco.

Un estruendo se escuchó entre la multitud, un disparo de chispas se elevó por encima de los árboles, apagando la alegría. Se había detonado un Putún. Las personas alrededor se alejaron instintivamente y dejaron al descubierto al que había emitido tan sonido. Nahás se quitó la capucha dejando ver sus escamas azules y sus ojos ámbar.

—Mi nombre es Nahás. Soy representante de la tercera división del ejército de Plata y en el nombre de los Keios Kank de Rafet y Esporón de Dogo, exijo la liberación de los soldados. También exijo que SusLuz se entregue al ejército sin oponer resistencia.

Inmediatamente uno de los guardias de SusLuz bajó de las escalinatas de la cúpula y desenvainando su espada arremetió contra el reptil azul. Nahás desenvainó y tras dos golpes fuertes de su espada logró que el soldado soltara la suya, golpeándolo en el estómago. Luego exclamó:

—¡No quiero a matar a nadie! ¡Sólo vengo por los soldados! Y tu SusLuz —apuntándole con la espada— debes entregarte al ejército.

SusLuz bajó lentamente por una de las escalinatas laterales, acompañado de seis guardias quienes contuvieron a las personas alrededor de su líder.

—¡Vaya, qué sorpresa! Había sido informado que el Keios de Rafet había venido acompañado de un reptor azul, pero nunca imaginé que lograría verte.

—Estoy del lado del ejército de Plata y no tengo intenciones de seguir con esta charla —Nahás, veía cómo la multitud se comenzaba a exaltar— ¡Libera a los soldados!

—¿Pero por qué habría de soltarlos?

—Ellos no han hecho nada malo —respondió Nahás, mirando a su alrededor, cuidando que nadie lo atacara—. Tú has engañado a toda esta gente diciéndole que tienes una revelación diferente de la Luz, pero está distorsionada.

—Ahora resulta que tú, un reptor, eres experto en la Luz y en sus revelaciones —respondió SusLuz elevando su voz sarcástica para que todos lo escucharan. Las personas alrededor rieron, sabiendo que un reptor odiaba todo lo relacionado con la Luz y las leyes del Hombre de Plata—. Dime una cosa ¿Acaso el ejército de Plata no asesina también a los que no piensan como ellos? ¿Acaso el Karuno no ha amoldado la revelación de la Luz según sus intereses? ¿Qué revelación de la Luz es más válida, según tú? ¿La de un títere del Hombre de Plata o la de un hombre consagrado como yo, que he recibido directamente de la Luz esta arma y esta visión?

—¡Tú no eres un hombre! ¡Eres un reptor! —Nahás, usó la palabra "reptor" para que los oyentes entendieran su mensaje. La multitud se asombró de sus declaraciones, había una mezcla entre indignación y enojo.

El soldado que había retrocedido volvió a lanzarse contra Nahás, a pesar de estar desarmado. Nahás, lo tomó del brazo y luego tomó su cabeza, enterrándola en el césped. Le puso un pie encima, inmovilizándolo.

—¿Qué no ves que eres un títere más de un ejército dictatorial? —reclamó SusLuz— ¿Qué no te das cuenta de que todo lo que se te ha dicho es para que persigas a los que piensan diferente a ellos? Me extraña que sufriendo el desprecio de los hombres debido a sus leyes aún no hayas notado que son mandamientos de hombres y que las justifican adjudicándoselas a la Luz.

—Te equivocas —respondió.

El guardia que todavía estaba en el suelo, con el pie de Nahás encima, repitió:

El reino Rojo. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora