Niboza

7 1 0
                                    

Jruyo y Shelmar llegaron a lo que antes fue un patio industrial, que estaba delimitado por una barda pequeña que servía de protección al paso de personas ajenas al hangar. En este sitio se ocultaba Rasa junto a un número de personas creyentes de la Luz, y por lo mismo, disidentes del Estado. Al llegar ante el enorme cobertizo golpearon la puerta y gritaron para que les fuera abierto.

—¡Rasa! —gritó Jruyo— ¡Ábrenos! —El simple acto de elevar la voz le daba escalofríos al joven. Sabía que no debían llamar la atención, pero no tenía alternativa. Shelmar, desesperada, también comenzó a dar voces.

Las puertas del hangar se abrieron, pero no salió Rasa ni alguno de los disidentes, sino un hombre alto, portando un arma en su mano. Vestía un traje transparente que dejaba ver su cuerpo gordo y lleno de vellos, ni siquiera el cinturón donde guardaba el arma era opaco, sino que todo su uniforme, botas y casco eran transparentes. En la frente portaba el escudo de los agentes del Estado.

—Creo que Rasa ya no les va a poder ayudar —dijo sonriendo, mientras cruzaba el umbral y veía las caras de terror de la pareja.

Los jóvenes, al ver que se trataba de un agente del Estado, buscaron alrededor una dirección de escape, pero era inútil, pues otros agentes aparecieron desde todos los rincones del patio. Estaban rodeados.

—¡Shelmar Sabel y Jruyo Zohé! —gritó el agente leyendo sus nombres desde un dispositivo que tenía en su mano y con el que había leído la Firma-Código en sus pechos desnudos—. Mi nombre es Pandourt.

Dos agentes se acercaron a los disidentes y les hicieron arrodillarse ante el piso duro del patio, Shelmar raspó su rodilla con la rugosa textura.

—Comúnmente disparo y luego pregunto —Pandourt continuó con su monólogo—, pero esta ocasión es especial. Verán, el día de ayer había más de 2 millones de disidentes según el registro único del Planeta Niboza. Y hoy amanecí con la sorpresa que sólo quedaban menos de 500, y precisamente en esta ciudad. Asi que, al hallar el bunker en donde se ocultaba el vidente Marlus, reduje mi número de personas disidentes al Estado a sólo dos. Porque claro, para cuando atacamos su escondite, ya habíamos matado a todos lo que estaban en este hangar —el agente señaló el lugar de donde salió y donde se suponía se ocultaba Rasa y el otro grupo de disidentes.

—¿Sólo quedamos nosotros dos? —preguntó Jruyo.

—Claro —dijo el agente—. Bueno, al menos los que están en el registro, esto es, los que tienen su Firma-Código.

—¿Entonces podría haber más?

Pandourt alzó los hombros en señal de desinterés. Él era un agente que tenía la encomienda de cazar y asesinar a los disidentes registrados, si había otros, no era de su competencia. Siempre que cumpliera lo que se le mandaba seguiría gozando de los beneficios dados por el Estado.

Shelmar comenzó a llorar, dos gotas de sus lágrimas mojaron el piso. Ya estaba todo perdido, qué más daba. No lloraba por sí misma, ni por su familia o sus amigos, sino por haber sido traicionada justo cuando pensaba que la persecución iba a terminar.

—Mi única preocupación es ¿A qué voy a dedicarme ahora, que ya no voy a tener plagas que cazar? —prosiguió el agente mientras preparaba su arma.

—Solo faltaban algunas horas, hoy debía acabar —dijo Jruyo en voz baja.

—¿Qué dijiste? —preguntó Pandourt con voz burlona, tomó el rostro de Jruyo con su mano— ¿Qué fue lo que dijiste? ¿Qué hoy se iba a acabar? —soltó una carcajada—. Bueno si, hoy se va a acabar para ustedes, fanáticos rebeldes. Nosotros vamos a proseguir con nuestras vidas felices.

El reino Rojo. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora