Dogo (parte 3)

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A la mañana siguiente se presentaron en el cuartel, al que llamaba "La mantarraya", pues sus telas extendidas simulaban la forma de este animal. Era una estructura de columnas de piedra, pero cubierto con las características telas blancas de Dogo. Fueron recibidos por el Kalos Polsher quien tenía la encomienda de atenderlos mientras Esporón presidía la junta diaria con sus Kalos y líderes de escuadrones.

Polsher les explicó que el plan era llevar a Nahás hasta el río Ibinsa y dejarlo en la periferia del Bosque Blanco. Se creía que los soldados habían desaparecido cerca de donde se une con el río Josajer, así que lo dejarían allí para que se pudiera mover hacia el Norte y llegar al corazón del bosque. Durante tres días, argogs estarían surcando el bosque en espera de su señal, la cual sería disparada desde un cilindro que emitía una chispa luminosa al cielo. A este artefacto le llamaban Putún y era el mismo que habían utilizado en Ligal para llamar a los soldados del Keios Bak, adeptos a Tar-Thá.

Esporón llegó un tiempo después y les enseñó algunas cosas de su cuartel: El esqueleto de la cabeza del primer reptor que mató, la pintura que hizo del Monte Loyom, espadas especiales, arcos de prueba, etcétera

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Esporón llegó un tiempo después y les enseñó algunas cosas de su cuartel: El esqueleto de la cabeza del primer reptor que mató, la pintura que hizo del Monte Loyom, espadas especiales, arcos de prueba, etcétera. Les dijo que estaba experimentando con el polvo negro que habían descubierto por error. Era el que utilizaban para los Putún y que estaban tratando de poner en uso en el ejército. Le habían compartido una docena a Bak hace algunos años, no sabía que todavía tuviera alguno.

También les comentó sobre los encuentros que había tenido con los fentalíes y de cómo los respetaban, pues guardaba el pacto que el Hombre Plata había hecho con el gran Fentalí hace más de 900 años. Había testimonios de quienes aseguraban haber visto al Guardián en la cordillera.

Cuando llegó la hora de comer, Esporón invitó a Kank, pero no le dijo nada a Brial o Nahás. Ella infirió que Esporón ya sabía de las intenciones de su joven Kalos.

Polsher llevó a Brial y a Nahás a comer a la plaza central, que no era otra cosa sino un espacio abierto en donde se llevaba a cabo el comercio dentro de la ciudad. Nahás seguía llamando mucho la atención, así que decidieron ir hacia otro sitio que no estuviera tan concurrido. Se movieron cerca de la muralla en donde encontraron un lugar donde vendían un platillo de huevos flotando en una salsa roja, el reptil pidió champiñones con la misma salsa. Polsher le preguntaba a Brial, tratando de sacar al reptil de la plática, pero ella constantemente hacía mención de Nahás para dejar en claro que no lo iba a excluir. Polsher entendió la situación y decidió preguntar a Nahás sobre su caída de las nubes. Brial cambió el tema y entonces sí, comenzó a platicarle sobre su vida.

Resultó que Polsher también era un hombre conocedor de los rollos más importantes. En su familia hubo muchos videntes y de hecho era descendiente del vidente Raoná, el que había escrito las crónicas del Hombre de Plata en Dogo y Tosha. Una vez que encontraron un tema común, la plática entre ambos Kalos se hizo más amena.

Nahás estaba en silencio. No sentía celos o temor de que Brial se enamorara de Polsher, pero sí reconocía en su corazón un poco de envidia, por cuanto Polsher sí podía aspirar a una relación con una mujer. Era un sentimiento que no quería dejar crecer.

Soldados venían a Polsher para informarle cosas relacionadas con sus puestos. Él les daba órdenes y se iban, luego regresaban y repetían el proceso. Parecía como si el Kalos no quisiera dejar a Brial, como si fuera el último día que tuviera para cortejarla.

Mientras recorrían la ciudad los soles bajaron. Polsher los llevó a visitar la muralla, encima de la cual se podía caminar pues tenía anchura suficiente. Ahí les platicó la historia del Sher-gu, nombre del vidente extranjero que llegó desde el reino de Baabik-Anum buscando las verdades de la Luz y luego de regresar fue asesinado por su familia. En su honor, habían nombrado a una aldea, que luego se convirtió en una ciudad.

Cuando la noche cayó, en la plaza de Batali se encendió un fuego y muchos hombres y mujeres se acercaron para bailar y jugar. Doncellas se acercaron a invitar a Polsher y a Brial, pero ninguna se acercó a Nahás. Éste se sintió un poco rechazado y decidió retirarse a descansar. Brial sabía que Nahás no era un niño, así que lo dejó ir, aunque le dolía su situación. Permanecer en ese lugar no le iba a ayudar en nada.

Brial se quitó su gabardina negra que la identificaba como Kalos, la túnica con el color azul veteriano del ejército, quedándose solamente con la túnica blanca, su pantalón y las botas, luego se puso a bailar con las demás señoritas en medio de la plaza. Desde la muerte de su hermano no se había tolerado ningún momento de alegría. Ya habían pasado cinco años y cuatro meses. Polsher la miraba y aplaudía al compás de la música, sonriendo.

Nahás llegó a su tienda y se acostó. Kank no había regresado, pues no era tan tarde. No había pasado mucho tiempo desde que los soles se habían ocultado y Gaio, la única luna que aparecía en el firmamento apenas comenzaba a brillar.

Pensaba en Brial y cómo, además de ella, nadie lo había aceptado. Él era diferente, lo sabía. Tal vez la Luz estaba usando su vida para cambiar la forma de ver a los reptiles en Amna, tal vez él sería un instrumento para que pudieran aceptar a aquellos que eran diferentes. Pero eso no cambiaba que se encontraría en una situación de absoluta soledad si Brial le fuera quitada.


Espero les haya gustado este capítulo. 

Les agradeceré a los que han llegado hasta aquí, que me lo hagan saber con un comentario.

Dios los bendiga.

Dios los bendiga

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El reino Rojo. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora