gyutaro shabana | san valentín

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San Valentín se acercaba y cada día Gyutaro se enfadaba más

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San Valentín se acercaba y cada día Gyutaro se enfadaba más. Todas las chicas cuchicheaban con sus amigas sobres los chicos que les gustaban y lo que les regalarian por San Valentín, más allá del típico chocolate obligatorio por una regla no escrita. Mientras tanto, los chicos esperaban recibir los regalos, especialmente de las chicas que les gustaban. 

Su hermana, como siempre, iba a recibir regalos, ¡encima de chicas! ¿Y él? Nada. Llevaba siendo así desde siempre. Ya no esperaba nada de nadie, y aún así, se decepcionaba. Su hermana le regalaba chocolate, obvio, y lo agradecía, ya que encima era el único al que le regalaba chocolate junto a su crush, pero no era lo mismo, evidentemente. 

Llegó el día y la verdad es que a Gyutaro no le apetecía ir al instituto, ver todo lo que le esperaba ver ese día allí le enfadaría más de lo normal, pero quedarse en casa le traería problemas; su tutor llamaría a su madre al trabajo y en cuanto llegase a casa le echaría una bronca monumental por faltar a clase y encima estando en un curso tan importante como el que estaba, el último curso de bachillerato, preparándose para los exámenes de acceso a la universidad, y daba igual que pusiese la excusa de que se encontraba mal de la barriga o algo por el estilo. 

Su madre era muy exigente con él. Siendo una madre soltera que se mataba a trabajar por una miseria, esperaba que a sus hijos le fuese mejor para poder tener una mejor vida aunque fuese de vieja, y para eso, sus hijos tenían que sacar unas notas excelentes en todo. 

Llegó a la entrada del instituto y fue a su taquilla a cambiarse de zapatos. Cómo siempre, en su taquillero no había nada, pero había un puñado de alumnos parados en frente de sus taquilleros, leyendo cartas que expresaban declaraciones de amor en voz alta junto a sus amigos. Los insultó en sus adentros. 

Fue a clase e intentó prestar atención a las explicaciones de sus profesores, pero hoy más que nunca, sus compañeros de clase no se callaban ni debajo del agua y hablaban hasta por los codos, hablando sobre los regalos que habían recibido o que aún esperaban recibir a lo largo del día, de quienes eran los regalos o de quienes sospechaban que eran los regalos si es que eran anónimos. Harto, apoyando su codo en la mesa y su cabeza en su mano, se puso a mirar por la ventana, pero cuando ya no pudo ver nada interesante desde la vistas de fuera del instituto, se puso a mirar a sus compañeros. Su amigo Mahito estaba pasando de la clase leyendo un libro escondido entre el libro de la asignatura y su amigo Shigaraki estaba con el móvil debajo de la mesa, y conociéndolo bien como lo conocía él, sabía que estaba jugando a alguno de los cientos de videojuegos que tenía en su teléfono móvil, casi todos gachas, y probablemente estaba jugando algún evento de San Valentín. 

El día pasó muchísimo más lento de lo normal pero por fin llegó el momento de irse a casa de una vez. Fue al club de su hermana a recogerla. 

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