jeankasa | matrimonio concertado

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One-shot para la Semana Jeankasa 2022.




Ya tenía 20 años y su abuela quería que se casase de una vez. Ya iba siendo hora de que se casase y tuviese hijos. Además, un casamiento con otro príncipe extranjero le haría bien a su país para crear lazos de alianzas, y quizá así de una vez por todas se olvidaría de su ex amante de cuando era adolescente, el hijo del médico de la familia real. 

—No quiero abuela —dijo ella, reunida en su despacho.

—Cariño, te cases o no, jamás volverás a ver a Eren. Hazlo por tu familia y por tu país. 

—Familia que estará alejada de mi al tener que vivir en el país de mi futuro marido y país que probablemente jamás volveré a pisar —dijo ella. 

—No lo mires así, y piensa en el bien que hará este matrimonio. Debes mirar hacia el futuro y no al pasado. Mira, tengo una foto de él —dijo buscando en un cajón de su escritorio la foto, ofreciendosela. Mikasa la cogió y la miró por un momento. Gracias a las fotos, no tenía que conocer el fisco de su prometido con un retrato retocado. No era feo, pero no era de su estilo. Le devolvió la foto a su abuela—. No discutiré más sobre esto. Además, tengo muchas cosas que hacer, asique si ya hemos acabado de hablar, cosa que creo que sí... 

Mikasa suspiró enfadada y se retiró del despacho de su abuela, Reina Kiyomi Azumbabito del Reino de Hizuru. 

Viajarían en dentro de un mes hacia el reino de su prometido. El viaje de camino fue bien, pero viajar en barco durante semanas le parecía agobiante a parte de muy aburrido, pero aprovecho ese momento para pasarlo con su familia antes de despedirse de ellos y no verlos hasta saber cuándo. 

El nuevo país en el que viviría le pareció precioso, por suerte. Era muy diferente a su país natal, y la ropa de la gente también le llamó la atención. Los rasgos faciales también le parecían interesantes, aunque no eran los primeros extranjeros que veía. El palacio también le pareció precioso y bastante alto, ya que en sus país los palacios reales en vez de ser altos eran amplios de terreno. 

Llegaron y el Rey y la Reina Consorte los recibieron y les dieron la bienvenida. Luego se instalaron con ayuda de criados. El primer encuentro entre los prometidos se llevaría esa noche, en la cena y un baile con la corte y la familia real, evidentemente. 

Arreglaron a Mikasa según la moda de la corte del palacio. Admitía que la moda de allí no le parecía desagradable y quería ver cómo le quedaba, pero no quería de dejar de llevar los kimonos de su país. La peinaron y le hicieron una trenza para luego hacerle un moño plano en la parte trasera de la cabeza, y le pusieron ropa interior, corset, cancán, enaguas y un vestido de color rosa. 

La hora llegó y estaba nerviosa. No quería que el momento llegase, aunque sabía que era su deber. La boda se llevaría acabo en 3 días. 

Hicieron contacto visual y se saludaron en frente de todos. Cenaron sentados el uno al lado del otro y a penas hablaron. Después de cenar, era el momento de bailar. No querían pero debían. 

Todos los ojos se posaron en ellos. Jean ofreció su mano a Mikasa y está la aceptó, poniendo la otra en su hombro y él poniendo la otra en su cintura, acercándose el uno al otro. 

—Al menos podías disimular que no te gusto —susurró Jean mientras bailaban. 

—Voy a tener que casarme contigo y tener relaciones sexuales para tener tu heredero en 3 días, al menos déjame poner mala cara mientras bailo contigo —susurró ella. 

—Ni nos hemos casado aún y ya nos llevamos como si llevasemos casados 50 años. 

—Ni me lo recuerdes. 

La noche se alargó y llegó el momento de descansar, pero no se sacaba todo lo que estaba pasando de la cabeza. Necesitaba tomar aire, asique se escabulló por el palacio para pasear por el jardín. 

El jardín era enorme y precioso, y acabó en una zona con muchísimas rosas de un montón de colores distintos, sentada en un banco mirando a su alrededor y al cielo estrellado y con la Luna llena. Quería desconectar pero no podía ni aunque se esforzase. Acabó derrumbándose, llorando con su cara apoyada en sus rodillas y abrazando sus piernas. 

—¿Se encuentra bien? —dijo con tono preocupado la voz de un hombre joven a su lado, y para su desgracia, era una voz conocida. Levantó la mirada—. Oh, eres tú... ¿Qué haces aquí y así vestida? —dijo refiriéndose a su camisón—. ¿Te encuentras bien? ¿Te ha pasado algo? 

—No, estoy bien, solamente me apetecía salir y estar un rato a solas... —dijo ella frotándose los ojos y las mejillas. 

—Te entiendo... —dijo él—. Me pasa lo mismo. ...¿Quieres hablar de ello? —preguntó nervioso sin saber que hacer. 

—Puedes sentarte si quieres, el banco no es mío —dijo como si hubiese podido ver la indecisión interna que tenía el hombre sobre sentarse a su lado o no, pero al final lo hizo—. Es solo que no quiero casarme ...contigo. 

—Ya... 

—No te lo tomes personal. 

—Tranquila. 

—Además... Alejarme de mi país y mi familia... No sé si voy a encajar aquí. 

—Sí, suena muy duro, y siento que tenga que ser así para ti... Pero sobre eso último, intentaré ayudarte a encajar y a llevarte bien con mis conocidos de la corte, y siempre podrás contar conmigo para lo que necesites, te lo prometo. 

—Quizá no es tan mal partido como imaginaba —pensó Mikasa. 






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