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john lennon | ghost

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Nueva York ya estaba oscureciendo.
Los taxis amarillos llevaban a sus casas a la gente que salia de trabajar.

Pero era un día oscuro para esa ciudad, aunque también en todo el mundo.

Muchas personas iban a un concreto lugar de Central Park. A Strawberry Fields, delante de el edificio Dakota Building. Iba mucha, muchísima gente. Iban Beatlemaniacos y Beatlemaniacas a dejar flores, ramos, fotos, dibujos, encender velas, llorar y cantar canciones de su ídolo.

8 de diciembre de 2018.

Un alma curiosa siempre iba a ver que hacían los fans. Se aburría mucho. Ella también murió en New York, pero no hacia tanto como otros.
Ella cantaba junto a los demás. Solo que no la podían escuchar y tampoco podían verla. Mucho menos tocarla.

De repente, escuchó una voz que le sonaba muy familiar. Se secó las lágrimas que corrían por sus ojos y mejillas, y buscó con la mirada. Como con la mirada no encontraba nada, decidió caminar.

—Quizá sea el teléfono móvil de alguien —pensó.

Caminó un poco, y entre la muchedumbre pudo ver a alguien familiar.

Se llevó las manos a la boca, luego a la cabeza. No pudo ni gritar.
Él se dió cuenta.

—Ah... Puedes verme... —dijo él—. Hola —saludó vagamente.

—J-John Len... —ella estaba tan sorprendida que no podía ni hablar.

—Sí, soy yo, John Lennon —confirmó—aunque no en carne y hueso... Pero John Lennon.

Ella se acercó un poco. Empezó a llorar, de nuevo.

—¿Eres una humana que puede ver espiritus o también estas muerta? —preguntó John. Ella solo asintió con nerviosismo la cabeza—. Eso significa... ¿Lo... segundo? —preguntó él. Ella volvió a asintir con la cabeza—. Ah, ya veo...

Él estaba tal y como se fue. Misma edad, misma ropa, misma voz...

—Por favor, para de llorar, estoy un poco hartó de ver a la gente llorar, me siento mal... —pidió él, acercándose a ella.

—P-Pero... Pero no es tú culpa, eso lo deberían decir los ídolos suicidas... —dijo ella—. Tú... Tú-

—Sé cómo morí —dijo él.

—Ah, lo siento, es que cómo algunos no recuerdan cómo... —dijo ella.

—Yo sí —contestó él—. Me acuerdo cómo si fuese ayer.

—Lo siento...

—No tienes por qué —dijo él—. ¿Puedo preguntar sí tu lo recuerdas? —preguntó.

—No, no lo recuerdo —contestó ella.

Hubo un breve silencio.

—Y dime... ¿Qué haces aquí? —preguntó él—. ¿Eres fan de mi? ¿Beatlemaniaca?

—Sí —contestó ella volviendo a romper en llanto. John abrió los brazos ofreciéndole un abrazo.
Le dijo lo mucho que significaba él para ella. O bueno, lo intentó. Había partes que él no entendía por lo mucho que ella lloraba, pero se hacia una idea. Se le escapó una lágrima.

Después de eso, se sentaron en el césped del parque. Allí hablaron de sus vidas como mortales y como eran sus vidas de inmortales, mientras escuchaban a los fans cantar, hasta que se hizo denoche.

—Yo me voy ya —dijo John levantándose de el césped.

—Ah —ella hizo lo mismo—, yo voy a quedarme un rato más aquí...

—Un gusto conocerte... ¿Te volveré a ver el próximo 8 de diciembre? —preguntó él.

—Por supuesto que sí —contestó ella.

Ambos se sonrierón y se abrazarón.
John se fue y ella siguió ahí durante más rato.

Al irse, pasó por delante de el edificio Dakota, por la acera de enfrente.
Escuchó a alguien llorar a la vez que cantaba angustiosamente.
Miró a su derecha y era John, cantando Oh my love, delante de el portal de el edificio, mirando hacia adentro.

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