2p! canadá | discurso de boda

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Matt y _______ no tenían mucha suerte en el amor, y aún así, sus hermanos comprometidos les pidieron que escribiesen y leyesen un discurso en la celebración de su boda. No les quedó otra opción que aceptar, los querían, pero la idea no les entusiasmaba en lo más mínimo.

Estaban en casa de _______ intentando hacer el trabajo. Parecían adolescentes haciendo un trabajo de literatura para el instituto, y la situación no era la más cómoda que digamos: A pesar de que se conocían desde hacía años y sus hermanos estaban comprometidos, ellos jamás hablaron mucho entre sí, además de que cada uno encontraba al otro intimidante, no solo porque se encontraban atractivos si no por su forma de ser, y a ratos pensaban que no le caía bien.

Las manecillas del reloj avanzaron bastante, pero en cambio ellos seguían sin avanzar hasta un resultado que encontrasen exitoso. Estaban sentados en la mesa que tenía en el salón, uno al lado del otro.

—¿Cómo vas tú? —preguntó ella mientras tachaba una línea que acababa de escribir, alzando la vista hacia su derecha, donde estaba él. Vió que no había escrito nada—. Tío —dijo molesta.

—¿Qué?

—Esfuerzate joder, escribe algo. No me dejes todo el muerto a mi.

—Lo estoy intentando.

—Pues no lo parece.

—No soy romántico.

—Ya, se nota —ahora en vez de estresado la miró confuso.

—¿Cómo?

—Sé leer muy bien a las personas. Eres tímido, probablemente algo de ti te causa inseguridad, aunque no creo que sea por tu físico, probablemente sea algo sobre tu personalidad, por lo que usas ese aura intimidante para protegerte de los demás, además de tus gafas de sol, altura y músculos —estaba sorprendido y molesto, pues había dado en el clavo.

—Y tú probablemente has aprendido a leer también a las personas porque antaño fuiste una niñata inocente que confiaba demasiado en las personas equivocadas, personas que acabaron jugando contigo como un bebé juega con una muñeca: destrozandola —dijo él—. Y tú fuiste tan idiota como para no ver qué eso estaba mal, porque les querías más de lo que te querías a ti misma.

—Vaya, a tí tampoco se te da mal leer a las personas —dijo riendo levemente. También le sorprendió, pues no era la reacción que esperaba ...hasta que se dió cuenta de que tenía los ojos extremadamente brillantes, llorosos—. Intentemos continuar con esto, ¿vale? No se va a acabar solo —preguntó apartando su mirada de él, volviendo a mirar el folio que tenía delante y cogiendo el bolígrafo de tinta azul.

—Perdoname por favor, me he pasado, he sido un borde y un insensible, lo siento muchísimo.

—No te preocupes, en serio. He sido yo la que ha empezado, me lo merecía.

—¿Hay algo que pueda hacer para demostrarte que me arrepiento?

—Un abrazo me vendría bien ahora mismo, la verdad.

—...¿De... Mí?

—Sí, ¿acaso hay alguien más aquí que me pueda abrazar?

—Si probablemente me odias.

—No te odio.

—¿Ni si quiera después de lo que te acabo de decir?

—No. Me tienes que hacer una putada muy grande a mi o a uno de mis seres queridos más cercanos para que te odie.

—Pensaba que te caía mal.

—No eres el primero que me dice eso, ni serás el último, supongo. Mucha gente cree eso y cree que soy borde, pero en realidad soy tímida, como tú. Ni si quiera me caes mal, tampoco me suele caer mal la gente, y pensaba lo mismo que tú, pensaba que te caía mal.

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