ℂ𝔸ℙÍ𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟛

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"No. Perdón, cariño... no sé a quién buscas" cerró la puerta casi en sus narices.

Ya era la sexta casa a la que tocaba puerta y nada. Empezaba a preocuparse. Ya casi anochece y está muy cansado para seguir buscando.

Empieza a pensar en que todo lo que ha pasado ha sido en vano. ¿Ahora qué?

Sólo se había vuelto un individuo más en la calle. Si antes lo hacían sentir el 'nadie' ahora se sentía peor.

Empezó a sentirse mareado, todo le daba vueltas. Sintió su cara arder, sus mejillas inflamarse y algo ácido y asqueroso resbalarse hasta salir de su boca.

Se acercó corriendo a un basurero de mallas de metal con una bolsa negra y metió la cabeza dentro de éste. El sonido de su garganta se oía y daba lo mejor que podía para no romperse, eso era algo doloroso de escuchar. El líquido putrefacto caía ruidosamente dentro del plástico. Quería parar de vomitar, pero no podía. Ahora su estómago se sentía vacío.

Ya había perdido la cuenta de los días que habían pasado sin probar un bocado. Pero, supo que desde que lo violó aquel ser asqueroso, nada lo había hecho animarse.

Terminó de escupir dentro del basurero y lloró silenciosamente sin hacer ningún escándalo. Levantó el rostro y se limpió la boca con la manga de su camisa.

No tenía mucha hambre, pero si comer le quitaría las ganas inmensas de abandonar su estómago, compraría algo para merendar.

Iba caminando por el pavimento cuándo presenció un bulto arqueado de la espalda, sentado en la acera de la calle.
Algo que Joaquín detestaba era ver a personas tan necesitadas, ahogándose entre la pobreza, la negación y el rechazo de personas que tienen todo el mundo a sus pies y aún así quieren más.

Siguió caminando hasta llegar lo suficientemente cerca.

"Hola, señor. ¿Puedo ayudarlo en algo?" preguntó amable al anciano.

"Hola, hijo. Me ayudarías con un bocado de comida... hoy no he conseguido para comer." habló con la voz temblando y viéndolo con sus ojos de color grisáceo.

"Oh, sí. Yo puedo ayudarlo..." dijo el niño llevando su mochila hacía adelante reposandola en su rodilla. Sacó la billetera dónde yacía quizás sólo un par de billetes más.

Vió de reojo al viejo que se levantó lentamente observando el dinero en la pequeña fachada. En eso le arrebató la billetera al chiquillo en un abrir y cerrar de ojos sin ningún esfuerzo y salió corriendo.

Joaquin intentó perseguirlo, pero... ya fué tarde cuándo reaccionó.

"Oh, Dios" se expresó cansado y entre gritos y sollozos ahogados por su incertidumbre.

Ahora estaba sentado en un banco en un pequeño parque.
No había nadie a su alrededor. Todo estaba callado, silencioso y... muerto.

Joaquin seguía pensando en que quizás la vida tenía otras cosas planeadas para él. Quizás ahora estaba sufriendo, pero... tal vez y SÓLO por un tal vez, tendría un final feliz.

Dicen que si una historia no tiene un final feliz, ese no es el final.

Tendría que descubrir la verdadera realidad de una historia. Y por eso, aún no se apagaba la seguridad de que...encontraría a Emilio.

Pero por el momento se conformaría con intentar disfrutar de la experiencia que estaba viviendo. Nunca en su vida había salido de aquellas 4 paredes que pertenecían a aquella enorme casa, la cuál solamente poseía tristeza, falsedad e hipocresía.

Se arrecostó sobre el banquito de madera color marrón con el espaldar con verjas color negro con un lindo diseño, claro, si ese diseño fuera cómodo para dormir en ese asiento hubiera sido perfecto. No le importó la incomodidad, su cabeza se mantuvo orando al Cielo para que no lloviera.

Bajo El Mismo Cielo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora