ℂ𝔸ℙÍ𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟝

171 37 21
                                    


A Emilio le parecía muy tierno ese chico de rizos chocolate.

Su carita aniñada e inocente. Era la pureza y la bondad misma, interceptada en un cuerpo viviente.

No era sólo porque hace mucho tiempo no había visto a un niño cómo Joaquín, sino era la simplicidad de su figura.

Era toda la timidez y una pizca de valentía en sus ojos.

Sus ojos.

Tan... hermosos.

"Oh, sí. Perdóname, Joaquín" le sonríe mostrando sus arruguitas al borde de sus ojos café "Soy Emilio Marcos"

Y fué ahí dónde todo de Joaquín se paralizó.

Se arrepintió.

No de estar ahí, sino de no haber practicado líneas para hablarle claramente.

¿Ahora qué?

Ahora estaba ahí. Congelado entre su mismo nerviosismo y timidez y al parecer... todos se dieron cuenta. En especial... Diana, quién lo primero que dijo fué un: "Tranquilo, Emi-Emi. Yo iré por el azúcar" - Dejándolos en un extremo e incómodo silencio entre ambos.

"Emilio" repite el menor entre dientes "Por fin" dice antes de que un par de lágrimas se desplazaran en su mejílla, bajando por su mentón.

"¿Cómo?" Cuestiona un poco gracioso.

"Emilio... usted n-no lo sabe... pero..." calló por casi romperse en llanto. Puso sus manos en su rostro, cubriéndolo para no hacerse descubrir.

Joaquín realmente estaba apenado por la tontería que estaba haciendo frente a ese hombre que con sólo existir... le había salvado la vida.

"Joaquín... pero, ¿qué pasa?" Dice acercándose a la cama con suma cautela.

Llegó a un asiento a la par de la cama, dónde antes se había sentado el doctor para canalizar a Joaquín.

"¿Me puede decir algo?" Pregunta aún escondiendo su rostro.

Realmente el castaño quería obtener una respuesta a la pregunta que haría.

"Sí, claro. Dime qué tienes, chico" menciona en un tono preocupado al ver al niño aún llorando en sus mismos brazos.

"Ya traje el té, joven Bondoni" pronunció la nana entrando nuevamente con la bandeja de plata en sus manos.

"Gracias, Nana" agradece el de cabello largo y rizado.

Mientras estaba sirviendo la bebida caliente de la tetera a la taza blanca de vidrio, el momento se volvió silencioso.

Pasó una taza a Emilio y otra se la dió al castaño, quién se levantó con un poco de dificultad gracias al aún presente malestar en su vientre. Arrecostó su espalda, la que ahora ardía, en el espaldar de la amplia y acolchada cama.

"Joaquín... Te ves muy joven para andar sólo en la calle. ¿Dónde están tus padres?" Pregunta simple la señora, haciendo que el pequeño se removiera en su comodidad que desde hace mucho tiempo no había llegado a su cuerpo.

"Nana..." regañó Emilio entre dientes por la indiscreción.

"¿Qué...? Perdón, sólo preguntaba"

"Pues por ahora no preguntes" dice entre dientes en un susurro cómo si Joaquín no los escuchara, cuándo la verdad era que... Sí lo hacía.

"Está bien, Diana. Sólo que... no quisiera hablar de ésto ahora. De hecho, sólo... sólo hablaré con Emilio en algún momento y... me iré" mencionó algo tímido y con temor cómo si dijera algo incorrecto que sería su pérdida humana.

Bajo El Mismo Cielo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora