ℂ𝔸ℙÍ𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟟

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Sus ojos viajaban por todo aquel delgado cuerpo que se movía graciosamente bajo las gotas de agua que caían sobre su piel.

Su piel. Tan... blanca y un poco marcada con un par de lunares y pecas en su espalda y piernas.

Emilio no lo miraba de una manera perversa, cómo si quisiera comerse al muchacho en ese momento y aunque de cualquier manera que lo viera estuviera mal, él sólo admiraba la hermosura de ese niño. Quién, a pesar de todo por lo que había pasado, su hermosura vivía en él cómo el cielo que nunca desaparece.

Su belleza estaba ahí, pero él no lo sabía.

"So c'mon baby be with me so hapily"

Escuchar su voz.

Su voz.

Esa voz había sido la más hermosa que jamas antes había escuchado.

Se arrecostó en el marco de la puerta, cuál aún estaba cerrada para no dejarse ver.

Emilio seguía escuchando el cantar del menor hasta que escuchó el tono más ahogado, triste y desequilibrado. Tanto que, se asustó y abrió un poco más la puerta para encontrarse una imagen desgarradora de Joaquín arrecostado en el mármol blanco del baño.

Dió un paso hacía atrás y se topó con una maceta de una planta grande, haciendo que ésta se cayera, creando un ruido en toda la habitación.

Por el nerviosismo que sentía porque Joaquín saliera y lo viera, botó la ropa que le traía por parte de Diana para el menor frente a la puerta y salió corriendo de la pieza de puntillas y tapándose la boca con una mano.

A los segundos rápidos, cómo si Emilio predijera un futuro, Joaquín caminó hasta la puerta para ver la causa del sonido fuerte que se había escuchado y presenció un par de harapos en el suelo.

Los recogió y los destendió en el aire para ver de qué se trataba.

Eran pantalones que probablemente pasaran de paso gracias a la estrecha cintura que él tenía al intentar ponérselos, un camisón enorme, cuál seguro podría servir de cobija para él de lo grande que era.

Eso no era de él y seguramente era de quién ya estaba imaginándose.

Al entrar a su habitación lo primero que hizo fué ir a por una pipa para prenderla ya en su boca

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Al entrar a su habitación lo primero que hizo fué ir a por una pipa para prenderla ya en su boca.

Eso siempre era lo que lo tranquilizaba cuándo se sentía demasiado ansioso.

¿Y si Joaquín se daba cuenta que lo estaba viendo mientras se bañaba?

¿Y si se iba por su culpa?

"Maldito pervertido" se decía interiormente en silencio.

Quería esfumarse en ese instante.

"Te pasas, Emilio" seguía repitiendo "Él es sólo un niño y tú eres un viejo verde asqueroso y pervertido".

Bajo El Mismo Cielo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora